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Asociaciones de vecinos en busca de identidad

Los sectores que con mayor fortaleza y tenacidad han luchado por la democratización de la vida de la ciudad deben limpiar antes que nadie las secuelas que esa lucha dejó en cada uno de ellos. El caso es que la ocupación de una serie de lugares comunes y la defensa de una ristra de objetivos similares por parte de asociaciones de vecinos y partidos políticos ha contribuido a hacer muy borrosas las fronteras que han de existir entre unas y otros. Sin embargo es más urgente que nunca salir de todos estos vicios y situaciones de enquistamiento, para que la plenitud democrática pueda ser un hecho desde ahora.Las relaciones entre partidos y asociaciones, antes que caracterizarse por una independización plena y un mutuo respeto por sus respectivos cometidos han llegado a ser, en ocasiones, campo de tensiones donde la trayectoria de tal asociación o tal otra basculaba en función de los cambios observados en la composición personal de las juntas directivas. A medida que se alteraba la correlación de fuerzas en la directiva de una asociación, un puñado de objetivos se desatendía o se le daba un tratamiento, para lograrlo, más acorde con las directrices de la cúpula de uno u otro partido político que con los intereses vecinales. El campo del dirigismo, del personalismo o de la suplantación quedaba así abierto de par en par, en detrimento de las asociaciones vecinales y a favor de las carreras políticas de tal o cual líder. Los objetivos y necesidades generales se confundieron, pues, con los anhelos personales o privados de personas o grupos políticos y, en ocasiones, tales hechos causaron el escepticismo o la baja en el movimiento ciudadano de grupos o personas que no admiten esa suplantación. Los esfuerzos de los partidos políticos más sensatos y consecuente mente democráticos para poner fin a este protagonismo, con el estímulo de la democracia directa de las asambleas vecinales, no siempre dieron resultado, y a veces se alcanzaron peligrosas situaciones, de hecho, muy difíciles de superar.

Gran parte de estos hechos se explica -que no se justifica- por la especial dureza seguida por el movimiento ciudadano para lograr su identidad, la ciudadanía, en medio de un entorno general político que no admitía siquiera su existencia y, reprimía con especial fiereza toda tentativa de lograrla. Sin embargo, la lucha correcta y adecuada del movimiento ciudadano, con el valiosísimo acicate de las asociaciones y entidades vecinales y ciudadanas, estimulada también por los partidos políticos desde su frentes ciudadanos, consiguieron en parte el objetivo que todos buscaban, el rescate de la ciudadanía y de su materialización concreta ante. problemas tan vividos y urgentes corno el del chabolismo, vivienda, carestía de la vida, escolarización, especulación del suelo o desasistencia sanitaria de tantas zonas de Madrid y su provincia.

Todos estos triunfos, nada fáciles en las condiciones en que se obtuvieron, es necesario que se conserven y se amplíen, para que el exiguo patrimonio ciudadano crezca y pueda beneficiar globalmente a todos los madrileños.

Por todo ello, el tono y el sentido de las relaciones entre partidos y asociaciones ha de quedar desde ahora garantizadamente establecido sobre la base de la más estricta independencia con la receptividad mutua que asegure el flujo de información, propuesta y sugerencia además de una horizontalidad que mantenga la lejanía de las asociaciones vecinales de las polémicas por la hegemonía que, naturalmente, se cuecen en el seno de los partidos.

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