Vidas paralelas
Un hombre, intelectual a medias, metido en negocios cuando le obligan las circunstancias, deja pasar su vida entre el amor a su mujer y a su hija de pocos años. El hombre distingue, al parecer muy netamente, el amor del deseo, que para él viene a ser, según explica claramente, poco más que fumar un cigarrillo o tomarse una copa. Por ello, lejos de toda clase de escrúpulos, muy por encima de todo espíritu de posesión, monogamia, etcétera, aconseja a su mujer que haga el amor con otros hombres, manteniendo, sin embargo, en todo su rigor, los consabidos vínculos familiares o sociales.La mujer, educada a su imagen y semejanza en cuanto a ideas se refiere, cultura y técnica de alcoba, le obedece y, tras previo acuerdo y consentimiento mutuo, hace el amor con los amigos, en las noches que siguen a las reuniones que el matrimonio celebra en su casa. Sin embargo, y tal como acostumbra a suceder normalmente, tras del amor o, por mejor decirlo, tras el sexo, el corazón y la cabeza escapan, se alejan del protagonista, del hombre que, de ningún modo está dispuesto a renunciar a ella.
Una fiesta de placer
Dirección, Claude Chabrol. Intérpretes principales: Daniele Gegauff, Paul Gegauff, Paula Moore. Francia. Color. Dramática. Local de estreno, cine Vergara.
El hombre propone entonces a su pareja que se busque un trabajo, siga intentando el placer con los amigos, mas siempre a condición de que a las siete -hora más, hora menos-, vuelva a casa a cuidar del hogar y la niña. El trabajo llega a gustarle a la mujer que, en cierto modo, se emancipa. El hombre dice seguir queriéndola, pero, por otra parte, la desdefla, acumulando sobre sus espaldas toda una carga de divagaciones seudofilosóficas.
Así, esas vidas paralelas, con plena libertad de amar, planeadas, ensayadas y sufridas, acabarán rompiéndose por el lado más débil: por el hombre que ante el callejón sin salida de sus propios sentimientos, se enfrentará a la mujer, a su paciente y sumiso enemigo, nada menos que a patadas, tras someterla antes a algún que otro tipo de humillaciones.
Toda esta historia donde el placer brilla muy poco, no consigue despertar demasiado interés debido, sobre todo, a la factura del guión, a los diálogos poco afortunados, cargados como siempre en estos casos de una aparente profundidad banal y a la escasa entidad de los personajes entre los que destaca el protagonista inquieto, absurdo y nada convincente. Por lo demás, todo en ella resulta esquemático, como un esbozo de relato, cuyas secuencias y aristas no hubieran llegado a madurar o a realizarse. El matrimonio del protagonista con la antigua mujer del amante de la propia, el final en la prisión, entre rejas simbólicas, incluso la inexpresividad del hombre con su sonrisa poco agradable y su tórax exhibido generosamente, hacen que la historia no llegue a tocar tierra.
Bien filmado, aunque a ratos con exceso de flores, mar y abundancia de detalles exquisitos, este filme podría ser un canto a la destrucción del narcisismo, del amor carnal, condena de pigmaleones paternalistas o crónica final para defensores de cualquier tipo de vago narcisismo, pero guionistas y realizador parecen haberse empeñado en jugar un juego solitario y cerrado, dirigido a ellos solos, consiguiendo así una película donde lo ambiguo o lo irreal llega a veces a rozar lo divertido.
Babelia
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