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Reportaje:

Por primera vez, los medios audiovisuales, entran en las artes plásticas

Inaugurada la VI Documenta vanguardista de Kassel (Alemania)

La Documenta germano-norteamericana de Kassel. Tal podía ser el título general de la recién inaugurada y ya histórica muestra internacional de arte vanguardista. Por mucho que en la selección de los participantes se haya querido hacer abstracción de su nacionalidad respectiva -dato machaconamente subrayado por el director artístico, Manfred Sclineckeriburger-, no es difícil advertir la preeminencia o privilegio de yanquis y alemanes, y por este orden. Los mejores emplazamientos han sido descaradamente reservados a los artistas y artefactos made in USA, con tales cuales concesiones para los de casa, y algo así como la fosa común para los de fuera, entre los que los españoles no quedan del todo mal, habida cuenta de que exceden con creces la decena.Dos son los lugares públicos, al aire libre, en que se centran las atenciones de la Documenta: la plaza de Federico II, delante, justamente, del museo del mismo nombre (abierto, digamos, a la exhibición de la obra mayor), y la verde e inmensa pradera de la Orangerie, en cuyo interior se ofrece una amplísima colección de dibujos. Pues bien, en dicha plaza se ha instalado la gran escultura de acero, debida a Richad Serra, y el complejo aparato con que Walter de María pretende horadar el suelo (tal es su obra de arte) en un kilómetro de profundidad. No deja de ser un consuelo el que ambos artistas norteamericanos tengan apellido español.

Otro tanto, o mucho más, acontece en la pradera de la Orangerie. Es allí donde se produce, para grandes y chicos, la fiesta magna, con sello, otra vez, inequívocamente norteamericano, el espectáculo que más solicitudes procura de los ciudadanos de Kassel. Treinta investigadores del Center Jor A dvanced Visual Studies, del Institute of Tecnology de Massachusetts, tratan de concertar y poner en marcha el más sofisticado artilugio que usted pueda imaginar: cascadas de vapor, rayos laser, espejos, efectos sonoros, pantallas de televisión, cables, torretas, láminas transparentes... y las mil y una pinceladas escenográficas, cuyo fin es la producción electrónica de un perpetua arco iris, diurno y nocturno, secundado por un programa de música igualmente electrónica, y cuyo destino son losjardines de la Casa Blanca.

Del Congreso, al mercado

Quiero en esta crónica de circunstancias destacar semejantes privilegios porque en su cuenta va, a juicio mío, lo más significativo de la organización o del campo de operaciones de Kassel. Es de saberse que en la pasada Documenta (1972) quedó eliminado el llamado Comité de los veinticinco, que había venido presidiendo las ediciones anteriores, confiándose el proceso organizativo, selectivo y orientador a auténticos expertos en el arte de vanguardia, como Harald Szeemann, J. Chr. Animann y B. Brok. Merced a ellos, la Documenta de Kassel adquirió un cierto aire de congreso que la diferenciaba claramente de cualquier otra exposición internacional. Se trataba de abordar la problemática del arte de nuestro tiempo a través de un pensamiento sistemático que en aquella ocasión se ciñó a la discusión de estos tres puntos capitales: Realidad de la imagen y mundos paralelos; Realidad de lo representado; Identidad, no identidad de la imagen y de la realidad representada.En mala hora se produjo el cambio, dado que había de serio en beneficio de otro más radical y mucho menos integrado en el campo intelectual de nuestros días. Szeemann y sus colegas han quedado desplazados. ¿Por quién? Por las más poderosas galerías del mundo. El pez grande se ha comido al pez chico y los grandes marchantes norteamericanos, con ciertas concesiones a los de la localidad, se han hecho dueños y señores de cuanto se cuece y divulga en Kassel. El actual comité organizador se limita a cumplir un papel burocrático y a colectar un puñado de marcos que apenas si sirven para satisfacer los gastos de franqueo y los jornales del personal subalterno.

Dicha y renovada organización y el Gobierno federal de Bonn aportan unos 140 millones de pesetas, cifra que el montaje de algunos espectáculos made in USA, antes reseñados, duplican o triplican con creces. Quien esté al amparo de una buena galería gozará de un buen lugar en el tejemaneje de Kassel, pareciendo obvio que no tengan los yanquis que afrontar mayores competencias. Todo lo grande, llamativo, espectacular, rezuma genuino sabor americano, aunque haya obras de artistas europeos que, al margen de todo índice publicitario, ofrezcan calidad, propósitos certeros y no pocos logros. «El arte es arte -quieren hacernos creer los organizadores al margen de razas y fronteras. » En la cartela de cada abra no figura, en efecto, la nacionalidad del artista..., pero sí, y con letras harto legibles, la galería, o cuadra, que lo presenta.

Tres son, en fin, las atenciones fundamentales de esta VI Documenta de Kassel: la integración de los medios técnicos, de carácter audiovisual; la creación de una sala de dibujo que ocupa la totalidad del palacio de la Orangerie, y la extensión de la idea de museo a campo abierto, sembrado todo él de propuestas espaciales, mejor que esculturas. La gran novedad de la presente edición se centra en el primero de los apartados. Es la primera vez que los medios audiovisuales tienen acogida en la Documenta, siendo incontables los aparatos de video, a pleno rendimiento, en el interior y en el exterior del ámbito expositivo, certificados, todos ellos (¿otra casualidad?), con la marca Sanyo.

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