Democracia y política internacional
Miembro de la candidatura Senadores para la Democracia por MadridMás de un español (pongamos como ejemplo un artículo del profesor Sánchez Agesta) se siente incómodo, desasosegado, al comprobar la poca atención que en programas políticos y actuaciones electorales se presta a los problemas internacionales. En tono exculpatorio puede reconocerse que el fenómeno no es exclusivo; también se percibe en otros países. Esta podría ser una explicación, mas en modo alguno supondría una respuesta correcta.
Al abordar infinidad de problemas, algunos gravemente preocupantes (el económico, el energético, la política social, etcétera), estamos abiertamente predispuestos a señalar factores internacionales. Como lo estamos cuando seriamente pretendemos explicarla historia política española desde 1934. Sin el.conocimiento de unos factores internacionales, que han actuado con condicíonantes, muy poco de lo sucedido entre nosotros puede comprenderse. No será entendida la guerra civil; y no será entendida la situación precaria, híbrida en que se mantuvo el régimen autoritario; ni tampoco sería fácilmente interpretada la línea política seguida por los dos Gobiernos de la Monarquía. Quede muy firme esta toma de posici ón: una insuficiente apreciación del entorno internacional nos convierte políticamente en invidentes y paralíticos. Nuestra «capacidad de maniobra» en buena parte depende del modo que sepamos elegir, en nuestro presente y futuro caminar y decidir político y reconocer estos condicionamientos internacionales.
Vivimos inmersos en un mundo.interdependiente, pero al mismo tiempo gravemente conflictivo (conflicto más de intereses que de desnudas ideologías). Estamos obligados a tomar deéisiones trascendentales en un tiempo cambiante, equívoco (Lefebvre), y por lo mismo inseguro y transitorio. Enmarcados de este modo, debemos evitar extremismos pueriles. Ni nos es lícito programar cambios totales, que no nos serían tolerados (como no lo fueron en Portugal, ni lo serán en Italia, Francia, etcétera), ni tampoco nos resulta válido ni realista subordinarnos a los dictados del imperialismo neocapitalista, como si nuestra condición fuera de un Estado neocolonizado. Tenemos el deber, la urgente obligacíón de rescatar nuestra soberanía, de dejar de ser un nuevo tipo de «cuasi protectorado caribeño o atlantista», que es lo que, en última instancia, hemos sido con el pasado régimen.
La época del absoluto predominio de la bipolaridad está declinando; vive su ocaso. Un nuevo contexto internacional está creándose en virtud de una modificación en la composición de la sociedad internacional, y ante todo como consecuencia de la naturaleza de la nueva problemática mundial. Los dos bloques, aun persistiendo, han perdido el total protagonismo que antes poseyeron. Existen otras fuerzas y otras integraciones internacionales que alteran aquella simplista fórmula que ya conoció la antigüedad mediterránea: la bipolarización. Y en este entorno internacional, el papel de las medianas potencias adquiere una cotización antes insospechada (como finamente ha estudiado A. Sterpellone en un artículo titulado «Un roulo nuovo delle "medie potenze"». Este puede y debe ser nuestro caso.
En las improvisadas programaciones de los partidos políticos las alusiones a la política internacional constituye más bien un prontuario de cuestiones que un intento, aun cuando modesto, de tomas de posición. La política.internacional es enormemente compleja y sofísticada como para poder aceptar como aportación positiva este proceder. Decir, sin más, que queremos incorporarnos en el Mercado Común (en ocasiones ni siquiera se es capaz de entender que la Europa comunitaria no se agota con esa visión tan simplista que llega a identificar Mercado Común y Europa de las Comunidades) no es decir, a estas alturas, nada original. Hacer determinadas sugerencias con relación a la NATO, a laAlianza Atlántica (sin discernir adecuadamente lo que tiene de alianza política y lo que es exclusivamente aparato militar) tampoco acredita excesiva madurez política. Y así podríamos ir pasándo lista a las posiciones programáticas. Lo que se impone es mentalízarnos en cuanto a la importancia que tiene coordinar huestra política de democratización y nuestro compromiso de aportar nuestra colaboración a la renovación total del orden internacional.
Una vez que hayamos comprendido el alcance que tiene «el condicionamiento internacional», debemos fijar unos principios orientadores, unas coordenadas en nuestra acción internacional. Me limitaré a señalar las principales.
1. Nuestra política internacional tiene que partir de nuentra recuperación de la soberanía nacional. Cuando un internacionalista habla hoy de la soberanía no hace referencia a una competencia ílimitada, absoluta. Toda scberanía.está, limitada dentro de «un orden internacional». Soberanía significa hoy afirmar la independencia, la libertad, el protagonismo internacional y también la responsabilidad internacional del Estado. Este es nuestro primer postulado.
2 Solidaridad internacional. El orden internacional está hoy por una ley de inmanencia y por la misma naturaleza de los problemas, obligado a plantearse las cuestiones internacionales en términos de cooperación, de coexistencia activa, en suma, de solidaridad. El nuevo orden internacional tiene que ser el producto de-una acción solidaria, de una plena participación de todos los pueblos.
3. La sociedad internacional que tenemos que construir no puede identificarse con la vieja sociedad internacional en que cristalizó el sistema de Estados. Aquella sociedad era enormemente discriminadora, carente de todo asomo de real igualdad, falseadora de principios como los de la jysticia, la equidad, la reciprocidad buena fe en el comportamiento internacional, etcétera, no es hoy aceptable ni viable. Tenemos que construir un nuevo orden mundial (partiendo de una total renovación de estructuras y de ponderación de valores e ,intereses) que sea más una ordenación de la Humanidad que un sistema.de poderes estatales. Hay un cambio radical en los problemas y en los sujetos. Y esto implica, en lo fundamental, lo que sigue. En cuanto al objeto, a los fines, tenemos que superar una sociedad internacional anclada en la «razón de estado» para desembocar en una sociedad humanizada, en la que las disputas de poder den paso a una convivencia en la paz y en la democracia. En cuanto a los protagonistas, sin desconocer el papel preeminente que corresponde al Estado, tenemos que ser conscientes del que tienen que poseer otras instancias. Me refiero a los pueblos (preámbulo de la carta ele la ONU y última. Declaración de Argel sobre los Demchos de los Pueblos). Mas tambien quiero tener muy presentes todas estas subjetividades: regiones y nacionalidades (interrelación entre el regionalismo intraestatal y el internacional y comunitario europeo); sindicatos (sin una presencia internacional de unos sindicatos aptos para una acción internacional, muchas organizacionespierden su identidad: OIT, Comunidades Europeas, ECOSOC, etcétera); partidos (los más' destacados se integran en familias ideológicas internacionales, pensando en términos comunitarios europeos el fortalecimiento de la asamblea -o asambleas- y del Parlamento de las comunidades reclama esa alineación internacional), e individuos a los que hoy no es posible negar su subjetividad internacional.
En este marco es donde debemos fijarnos para precisar la política internacional de una España democrática que está comprometida 'en la tarea de transformar a fondo el orden internacional existente, haciéndole, ante todo, humano, de democracia real (sólo si la logramos a escala internacional la podremos dar autenticidad a nivel doméstico) y progresivamente socializador. Y para ello comencemos actuando en el campo de la ética y de la cultura. Sin romper con la manipulación que de la cultura hacen los Estados y los grupos de presión no podremos lograr el apoyo humano que nos permita cambiar el signo de la Historia. El hombre no puede ser libre en un Estado opresor ni el Estado puede ser independiente en una sociedad internacional oligárquica.
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