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"El libro de los banquetes"

1. El parásito

Después de saborear las páginas de El libro de los banquetes, publicado por Ediciones La Quimera, de Costa Rica, pensé que si en alguna parte, tan fantásticos convites tuvieran que celebrarse en aquellas ciudades invisibles que describió el joven Marco Polo a Kublai Kan, emperador de los tártaros, según refiere Italo Calvino.

Heredero acaso de El parásito, delicioso diálogo de Luciano de Samosata, El libro de los banquetes no se propone, a diferencia de la obrita lucianesca, filosofar sobre el arte del parásito, ni encarecer la utilidad, comodidad y nobleza del arte convivial. Es cierto que, al hacer la genealogía, de su arte, Luciano vio en Néstor famoso rey de la Ilíada, el artista convivial más hábil y consumado de la era heroica, y no olvidó tampoco señalar que el tan esforzado como infortunado Patroclo fue el parásito de Aquiles, por cuyo valor (corno es de todos sabido) los griegos conquistaron Troya. ¿Y no fue un parásito el plebeyo Aristogitón (parásito de Harmodio) a quien los atenienses debieron la libertad de su ciudad?, se pregunta, no sin razón, Luciano. Pero El libro de los banquetes se aventura por otros derroteros; trata de presentarnos el banquete en toda su exuberancia, trata de invitar al lector a que participe en los más diversos y -nunca mejor dicho- mejor sazonados. banquetes que imaginarse quepa.

2. El coloquio

«Estoy convencido -dice el primero de los interlocutores del diálogo prologal con que se abre el libro que presentamos-que ninguno de nosotros pone en duda la necesidad de coronar la Nueva Consitución con la disposición que sería la más sustancial de todas: con una disposición referente a los banquetes. Los banquetes de las Fiestas Brumalia son indiscutiblemente sugestivos. Que a finales de noviembre empiecen a celebrarse, en días sucesivos, veinticuatro banquetes por cada letra del alfabeto y que los comensales, elegidos por la inicial de su nombre, reciban elegantes regalos, es, no lo dudo, una medida política que favorecerá a las letras, pero o me equivoco o mucho me temo que la opinión pública difícilmente se va a convencer de su utilidad, pues todo lo que conocemos de los banquetes en honor del alfabeto procede del Libro de las ceremonias, del emperador Constantino Porfirogeneta, lo que, dada la inercia mental de la mayoría, podrá fácilmente ser presentado como una medida imperialista o, lo que es peor, como puro bizantinismo. »

«No necesariamente -replicó el segundo de los interlocutores- ¿No perviven todavía y son frecuentados semanalmente por millones de almas los Banquetes de la Buena Gracia, en los que los comensales se comen a su propio Dios" Y este tan celebrado banquete, ¿no desciende de la ceremonia político-religiosa más importante de nuestros antepasados, que se cocinaba en el fuego del hogar? Y hasta he pensado más de una vez que fue en ese fuego donde el sabio Heráclito aprendió buena parte de su ciencia. Pero digo más: sugiero que podrían sernos de mucho provecho las consideraciones que hizo sobre los banquetes aquel viejo filósofo ateniense cuando discurría, en Creta, sobre las leyes más convenientes a un Estado.»

«Todo eso está muy bien, pero lo estimo insuficiente y hasta inoportuno., Paso por que se reedite El parásito de Luciano, pero me parece que hemos de rehuir todo lo que huela a antiguo, pues, para bien o para mal, el sistema mercantil ha implantado en la opinión pública el deseo, la necesidad de cosas nuevas o de cosas que así lo parezcan. Tenemos, pues, que idear nuevos banquetes. »

« Pues para eso está el banquete de Asteria ». arguyó otro de los interlocutores.

« Se puede saber en qué .consiste ese banquete?»

«En un banquete de estrellas, ni más ni menos. »

« Pero, ¿es eso posible?»

«Si deseas algo, no es un cuento de hadas. ¿No has observado que el cielo, por la noche, está poblado de alimañas, so capa de constelaciones? Hay un cisne, hay un águila, dos osas, y leones, y peces, y serpientes, y carneros, y no sé cuántas bestias más. Y tenemos en el cielo lo más importante de todo: el Cazador, pues cazador es Orión, y perros cazadores para que le acompañen en sus expediciones cinegéticas. Pero como Orión desaparece del hemisferio cuando por el otro lado del horizonte empiezan a asomar las tenazas del Escorpión, ya que su mordedura puede serle fatal, ahí tenemos la época de los Banquetes de Asteria: sólo podrán celebrarse mientras se vea la constelación en el cielo de cuerpo entero.»

«¿Y cómo se celebraría el banquete?»

« El comensal que quiera participar en el Banquete de Asteria tendrá que vestirse de blanco. Cuando, ya anochecido, llegue al estanque que hay al lado del depósito, encenderá las velas que se encuentran en las vacas, dispuestas para el convite. Cada noche se celebrará en honor de una constelación diferente, y el postre consistirá en aromas de hierbas silvestres.»

3, Los banquetes

«Cuando se llega al Banquete de Dorisea -dijo otro de los interlocutores- no se ve nada en las mesas. Esto ocurre o porque la nieve ha caído copiosamente sobre la playa, o porque se han roto dos espejos delante de un lince. El comensal que quiera participar en este banquete tendrá que adivinar la razón correcta. »

«El comensal que ha acudido al Banquete de Ifitia tiene la posibilidad de abrir un grifo del que no mana agua, junto al cual está apostada una doncella con un cántaro. Si aplica el oído a la fuente escuchará el latido de su propio corazón y el aliento de la mujer.»

«tos comensales del Banquete de Rosilea tienen dispuestos los asientos frente a pinturas que representan banquetes. Si lo que comen coincide con lo que ven se reirán como niños, pero si la coincidencia no se produce, se lavarán las manos y exhalarán un suspiro.»

«En el Banquete de Alipia los comensales tienen los ojos vendados y los oídos tapados. Tampoco pueden hablar, y el segundo bocado es siempre amargo, el tercero dulce como la miel. Si cuando se levantan los manteles uno de los invitados pronuncia la palabra que todos esperaban, es aclamado por todos, y ya no reinará la envidia.»

«¡Indignante, indignante! -increpó a sus compañeros de banquete el último que había llegado- ¿Es esto serio? ¿Creéis que con estas zarandajas se puede articular una Constitución política? ¡Esto es verdaderamente indignante! »

«Ya sé -tornó a decir el primero- que no somos dignos. Ya sé que sólo los que tienen imaginación se engañan. »

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