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Tribuna:TRIBUNA LIBRE ELECTORAL
Tribuna
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Las razones de la libertad

El acontecimiento político más decisivo del momento es la clara afirmación del socialismo como fuerza en la que se confía como garante de las libertades y como base de una alternativa de poder democrática. Fenómeno sorprendente, porque no hace aún un año, los socialistas, con las demás fuerzas democráticas, éramos subversivos. No se han borrado todavía las imágenes del último Gobierno del franquismo, con su presidente y ministro de la Gobernación amenazando y reprimiendo a los que manteníamos una defensa intransigente de los principios democráticos. Es cierto que los que hoy nos afirmamos como clara alternativa democrática éramos subversivos entonces, porque luchar por la libertad es subversivo en un régimen dictatorial e inhumano. Hoy, la democracia que propugnamos es tan amplia que permite que esos mismos que nos negaban el derecho a la existencia puedan pretender alcanzar el poder por los medios que han combatido durante cuarenta años.

¿Por qué los socialistas estamos adquiriendo un protagonismo popular tan claro? En primer lugar, porque bajo las siglas del PSOE se presenta un movimiento que reúne, además de una larga y gloriosa tradición de lucha y de defensa de los intereses de la clase trabajadora, la presencia de una generación de militantes que se ha formado en la difícil y agota dora lucha contra el franquismo y que aportan una renovación al proyecto socialista. Además por que, para nosotros, la conquista de las libertades no es una mera cuestión táctica, sino que está inscrita en una historia y los trabajadores, es decir, la mayoría, sabe que la democracia a con quistar no puede pararse a la puerta de las fábricas y de los barrios. El proceso que hoy vive España no es el de ratificación por la vía democrática de los servidores del poder autocrático, sino el de creación de unas instituciones democráticas desde abajo hasta arriba, en las cuales mujeres y hombres adultos puedan participar como tales.

Por ello, el programa del PSOE tiene diversos frentes, que van todos ellos en el mismo sentido: consolidar la democracia. Sus grandes ejes son tres: una constitución democrática, un cambio en la vida, es decir, un plan de consolidación de la democracia con participación y protagonismo popular, y una política internacional que devuelva a España su propia voz en el mundo. Y las respuestas están ligadas, porque es impensable que los ciudadanos, tras recuperar su capacidad de ser tales, vayan a aceptar la imposición de un plan de reconversión capitalista a costa de la clase trabajadora, del campesinado y de la pequeña y mediana industria, o que se siga aceptando que los municipios sigan siendo propiedad privada de personajes que no han sido nunca elegidos. Para la mayoría, la libertad es una necesidad. Basta hacer un repaso de los que han pasado estos años por los tribunales especiales para comprobar cómo han sido los trabajadores, los estudiantes y los intelectuales los que han mantenido de modo insobornable la afirmación doble de que la soberanía procede del pueblo y de que la Administración del Estado debe respetar los derechos humanos. Y esto se ha hecho al tiempo que se luchaba contra el modelo de capitalismo salvaje impuesto, rompiendo con el marco de disciplina militar de la clase obrera y con la destrucción del campesinado tradicional. Los campesinos, que han protagonizado el mayor movimiento de masas vivido en este año, lo han dicho bien claro en sus reivindicaciones: igualdad con los ciudadanos, de renta y condiciones de vida, y libertad para crear sus propias organizaciones.

Libertad que tiene expresiones muy concretas, como son la de un estatuto de libertades, como el que proponemos los socialistas para incluir en la Constitución, que garantice los derechos fundamentales de la persona, violados aún impunemente en nuestro país, y que garantice el derecho a la integridad personal, a la intimidad y a la plena participación. Libertad que permita también a los ciudadanos participar desde su clase y su realidad propia, y en este terreno están planteados también los grandes desafíos para la democracia en España: uno, la existencia de sindicatos de trabajadores libres y con capacidad para elaborar de modo autónomo su política, que sean un interlocutor válido que exprese las aspiraciones y problemas de la clase trabajadora; dos, la posibilidad de participar de modo colectivo a partir de la propia identidad como pueblo. En este último aspecto, no sólo hay que reconocer la identidad histórica de los pueblos que forman España; hay que permitir la participación de cada ciudadano desde su realidad más próxima, la que siente como suya, la que viene de su entraña y de su lengua.

Cuando afirmamos que socialismo es libertad, no lanzamos ninguna proclama sin compromiso. Planteamos, claramente, un programa constitucional, en el que estén incluidas las bases de un Estado de Derecho, con una real separación de poderes, que responda a un contrato social de la mayoría y que establezca las garantías concretas de estos derechos para los hombres y mujeres concretos. Eso no es sólo un programa de Gobierno, es una savia que debe recorrer toda la sociedad, que debe concretarse en una organización del Estado, con fórmulas que den poderes a las regiones y nacionalidades, que garanticen tribunales independientes, que permitan vivir sin el temor constante a la detención arbitraria o al despido, que aseguren una renta digna a los que han prestado ya su esfuerzo, 'que garanticen a todos los ciudadanos un acceso igualitario a la enseñanza y a los cargos públicos.

En unas instituciones políticas gestadas democráticamente los socialistas somos y seremos los más interesados en no romper el marco político, sino ampliarlo, porque la construcción del socialismo no pasa por la destrucción del sistema democrático. Pasa por su profundización y su desarrollo para que todos los ciudadanos puedan participar de modo real. Ello significa el perfeccionamiento del sistema representativo, no su eliminación. En sentido, quien es realmente sospechosa de veleidades antidemocráticas es la derecha española, una clase dominante que justificada con el apoyo de un poder espiritual a su servicio y arropada en el recuerdo de las gestas imperiales, ha considerado España como su propiedad privada.

Las respuestas a dar en el terreno económico no tienen, en este contexto, un carácter de in tendencia. No hay dos clases de política, la que hacen los políticos y luego unas medidas « socializantes». Consolidar la democracia en España exige un modelo económico que devuelva su condición de ciudadano a casi tres millones de emigrantes, que dé posibilidades de trabajo (a través de medidas de urgencia contra el paro) y que corte con el camino inflacionista como sistema de ahorro popular forzoso. Las medidas de reforma fiscal, que permita una Seguridad Social diferente, y las medidas de reforma agraria fundamentan una respuesta económica de consolidación de la democracia, que no se puede hacer ya por decreto-ley sorpresa, que ha de ser discutida y negociada con las fuerzas populares y el movimiento obrero.

Una nueva política internacional es el elemento que -completa una respuesta política democrática. En primer lugar, incluyendo en la Constitución el reconocimiento del pacifismo, la implantación y el reconocimiento de los derechos humanos, la aceptación en el derecho interno de las normas de derecho internacional y dando posibilidades de transferencia de soberanía a la Comunidad Europea en el proceso de construcción de una Europa democrática. Ello implica también una relación positiva y fraternal con las fuerzas que son dominantes en nuestro mundo, que no son precisamente las que han estado en el Poder en España, en estos cuarenta años.

Los objetivos no son meramente regionales, tienen que ex tenderse a una política activa de neutralidad en el Mediterráneo, peligroso foco de tensión mundial, y en el trabajo común por la construcción de un nuevo orden internacional con los países del Tercer Mundo, desarrollando de un modo especial la relación fraternal con los países hermanos de América hispana, sobre la base de la fraternidad y no sobre la recreación ilusoria de un imperio que pasó, tiempo ha, a la historia.

La opción es clara, hoy: Continuidad o democracia. El mérito de los reformistas está en haber sabido comprender que para poder llevan adelante una política inteligente de contención tenían que ceder en lo menos para conservar lo más, aceptando los principios políticos que son la aspiración unánime de una sociedad viva y rejuvenecida, de los millones de hombres y mujeres que pretendemos una convivencia pacífica que nos permita ser protagonistas de nuestro propio destino. Sin embargo, esta revolución cultural de la derecha española no es aún completa. Se aceptan los principios para de inmediato desvirtuarlos: el sufragio universal se ha condicionado con una ley bicameral que por gracia del sistema electoral establece un sistema discriminatorio en el que los habitantes de las zonas industriales y pobladas están discriminados en su voto; la respuesta que se da a la situación económica es la pura y simple congelación de salarios; al cIamar de la amnistía como olvido y superación de la guerra civil se le contesta con medidas de gracia administradas con cuenta-gotas; el registro de fuerzas políticas democráticas se convierte en una ventanilla discriminatoria: Ahora el Centro pretende convertir a las elecciones en un plebiscito a las fuerzas en el Poder, tras la operación de pucherazo interno realizada por el presidente entre sus huestes.

Frente a esta alternativa continuista, el PSOE se perfila de un modo claro como portador de los intereses populares, por su credibilidad democrática en el pasado y porque hoy su programa da una respuesta completa y articulada para que el futuro sea obra de todos.

De la Comisión ejecutiva del PSOE Candidato por Madrid

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