Las excarcelaciones
EN LA tarde del viernes, el Gobierno ha abierto una fisura inteligente en la vieja dialéctica del principio de autoridad como sillar y guía a ultranza de toda decisión política. Al tiempo, ha sentado unas bases mínimas para romper igualmente la espiral violencia-represión-más violencia, que distinguió el régimen anterior.No se le puede hurtar al Gobierno el mérito de su decisión de extrañar a presos vascos, con condenas a muerte sobre sus espaldas y sentenciados en procesos tristemente célebres que aún pesan en el ánimo de muchos españoles. Y de hacerlo en un Consejo de Ministros que se inició bajo el ambiente de la semana negra de Euskadi y con el recientísimo secuestro de Javier de Ybarra.
La idea que EL PAIS tiene de la amnistía ha sido expuesta en numerosos editoriales. Cansados estamos de repetir el axioma de que una amnistía no es una decisión jurídica o de coyuntura, que con una amnistía no se sale del paso de nada, que una amnistía es una medida de alta política, una raya fronteriza entre un pasado que se pretende superar y un futuro de paz civil al que se quiere llegar.
Ahora bien, si el Gobierno Suárez no encuentra otro camino para vaciar las cárceles de presos del franquismo, vascos o no vascos, que el de los indultos parciales, la revisión de procesos o los extrañamientos, bienvenidos sean los renglones torcidos cuando a la postre se escribe derecho.
Las fuerzas políticas del País Vasco podrán aducir que la amnistía como prenda de concordia ciudadana perderá su sentido entre los variados métodos gubernamentales de excarcelación de presos políticos. Pero también en la política operan factores humanos que han de tenerse en cuenta.
Ahora el caso es que el saldo político de las cárceles del viejo régimen se reduce por momentos. Y que los casos más difíciles comienzan a resolverse por vía de extrañamiento. Acaso varias familias vascas no tengan en breve a sus familiares en sus casas, pero contarán con sus personas en la libertad del exilio. Cabrán, sin duda, objeciones a lo que el Gobierno está haciendo con los presos políticos que aún quedan en prisión, pero el pueblo vasco no puede dejar de ser sensible a una evidente prueba de voluntad de solventar este problema.
E insistimos en que todo lo reprochable del método gubernamental -amnistía por capítulos y retorcidos vericuetos- se contrapesa con la serenidad de un Gabinete que saca adelante el extrañamiento de unos hombres de quienes hace sólo unas horas nadie imaginaba su salida del país, en unos momentos en que por los dos extremos los partidarios de la violencia persiguen decididamente forzar un chantaje a las elecciones de junio.
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