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CANNES 77

Dos clases de política y la espera de Saura

ENVIADO ESPECIAL Con Una jornada particular de Ettore Scola, segundo filme a concurso por Italia, parece como si al fin el camino hacia el palmarés se fuera perfilando con una historia en cierto modo nueva y coherente y una Sofía Loren buena actriz.

Su personaje popular no cae en ninguno de los tópicos al uso con el de su oponente, que encarna a un locutor de radio homosexual, perseguido y a punto de ser desterrado por las leyes fascistas.

Aparte de la factura excelente del filme cuyo tempo lento debe ser comprendido en lo que intenta, lo que más llama la atención en él es su mesura. Sexo, y política aparecen perfectamente conjugados, el uno dado como en sordina, el otro a través de la voz de la radio que trasmite la llegada de Hitler a la Italia del Duce. Hay una delicada ironía en el paralelismo de ambas acciones: la que se ve, donde el conflicto va progresando hacia un final imposible, a medida que los dos personajes se definen, y la otra que sólo se oye, descrita en tonos retóricos habituales en los regímenes autoritarios.

La Jornada particular en la que el locutor a punto de partir para el destierro conoce y convive un día con su vecina de patio, a su vez mentalizada y maltratada por un marido machista y una maternidad excesiva, está contada de forma excelente con una fotografía en tonos sepia que, como los encuadres o la pura técnica, aluden al tiempo en que se desarrolla la acción, haciéndonos pasar sin esfuerzo de¡ documental con que se inicia la historia hasta la parte de ficción que constituye el relato.

También son excelentes las anotaciones de humor que abren y cierran éste, el fervor unas veces interesado y otras real o ingenuo de ciertos estamentos populares por el Duce, todo cuanto de circo y fiesta rodeó ciertas jornadas de un régimen que elevara a su creador más allá del mito, del héroe y del hombre.

Cuentos de Budapest

Respecto a Cuentos de Budapest, de Istvan Szabo, sólo cabe decir lo de siempre. Realizado en un país socialista, en este caso Hungría, su tema, su estilo, e incluso los resultados son los habituales, bien distintos al tipo de cine que por aquí se produce y exhibe.Aparte de directrices más o menos obligadas, quizá el público para quien se realiza, goce, aprenda o se enriquezca con tales historias entre parternales, sentimentales y tiernas. Esta vez se trata de un tranvía que un grupo de hombres y mujeres supervivientes de la guerra, escogen como hogar ambulante para llegar a una ciudad. La moraleja consiste en la necesidad de mantenerse unidos para conseguirlo, para conseguir algo en la vida, de no cejar, aportando cada cual el pequeño esfuerzo en la medida de sus posibilidades por encima de cualquier vicisitud o desaliento. Correctamente realizada y fotografiada e incluso con buenos consejos dirigidos directamente al público, el filme se cierra con un final simbólico en el que otras gentes empujan a otros tranvías parecidos. No se nos dice a dónde. Se supone que hacia la misma ciudad, una ciudad justa, digna y laboriosa. No se nos dice si también más libre.

La vuelta de Garcilaso

Aunque sólo sea al amparo de algunos de sus versos, ha vuelto Garcilaso a Cannes al cabo de los siglos. Ha vuelto muy cerca del lugar donde cayera herido de, muerte, camino de Frejus, herido más por la prisa del emperador que por la piedra lanzada desde lo alto de una torre por un puñado de soldados franceses. Ha vuelto de la mano de Carlos Saura y su filme Elisa, vida mía, en cuyos versos le reconocemos y a la sombra de cuyo recuerdo se ha realizado esta película en la que España tiene puesta su esperanza para los premios de este año. El diario del festival ya ha hablado algo en tal sentido y la crítica ensalza, por su parte, «la magistral interpretación de Fernando Rey», así como «la sensibilidad de Geraldine Chaplin».Sin embargo, aún queda mucho cine por delante, lo mejor quizá de los lotes americano e italiano. Ambos clanes poderosos han montado sus puestos de mando en el corazón de esta feria de la imagen, y cada día siembran calzadas y periódicos de opiniones, entrevistas y fotos. Carlo Ponti habla de un nuevo realismo a propósito de su último filme, se retrata con su mujer y Mastroianni y, por si fuera poco, otro italiano preside el jurado: Roberto Rossellini, para quien, hace unos años y, según sus propias palabras, el cine estaba muerto, pero que debe haber resucitado, a juzgar por el tono de santón pomposo con que pontifica en las ruedas de prensa.

«Bang»

El filme de Jan Troell, autor conocido del público español a través de sus obras sobre los emigrantes suecos en Estados Unidos, se presenta esta vez con un tema totalmente distinto, pero que encaja bastante bien en la temática de este certamen. Su título, Bang, alude al paso de la barrera del sonido y en el plano particular, al de la cuarentena o, por mejor decirlo, la edad madura del hombre. Su protagonista, un profesor de liceo aislado de los demás, incapaz de relacionarse de un modo total y normal en especial con las mujeres, empezando por la propia, de la que acabará separándose.En teoría todo va bien. Los diversos planos en los que se desarrolla el filme dentro del estilo de la narrativa actual se hallan bien contados, pero no bien estructurados, lo cual, aparte de la confusión correspondiente, supone un lastre que sólo con esfuerzo consigue salvar el público. El autor afirma haber querido hacer un filme divertido, bello e intelectual.

Vagos conceptos cuyo sentido suele variar en relación con los diversos tipos de. espectadores. Divertido no es mucho, salvo alguno que otro hallazgo, y resulta de una belleza un poco fría y convencional. Puede que el calificativo de intelectual le vaya más, aunque ello no le exima, por supuesto, de la obligación de llegar al gran público, es decir, de romper esa incomunicación a la que tanto aluden los filmes de este certamen.

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