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Crítica:HOMENAJE A CASALS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estrenos mundiales de Tomás Marco y Peter Klaztow

En un concierto patrocinado por el Ministerio de Educación, que ha venido a constituir la clausura de temporada de la Orquesta Ciudad de Barcelona, han sido presentados los premios Pablo Casals de composición e interpretación. Es decir: el madrileño Tomás Marco, el sudafricano Peter Klatzow, el catalán Lluis Claret y el rumano Mirel Iancovici. Cada uno de los violoncellistas interpretaron una obra de repertorio y otra de estreno.Mirel Iancovici (1951) había obtenido hace un par de años el premio Gaspar Cassadó, en Florencia. Al ser galardonado en el Pablo Casals, de Barcelona, junta los dos nombres más significativos del violoncellismo, ligados entre sí por razones de discipulaje. Quiero decir: estamos ante una sola escuela: la de Casals. De ella se deriva, indirectamente, la ideología interpretativa del rumano, que lució su capacidad expresiva -amplia, bella de sonoridad, enormemente afectiva- en el tiempo central del concierto de Bocherini, en tanto demostró, en los movimientos extremos, la seriedad y robustez de una técnica moderna y segura.

Palacio de la Música Catalana

Orquesta Ciudad de Barcelona. Director: A. Ros Marbá. Solistas: L. Claret y M. Iancovici. Obras de Bocherini, Marco, Klaztow y Tschaikowsky.

Lluis Claret, de la misma edad que Iancovici, acumula también los premios Cassadó y Casals, amén de otro tan importante como el de Bolonia, 1975. En este caso, la relación con Casals fue directa -Claret es ahijado del gran músico de Vendrell-, y a los estudios con don Pablo se une la atención constante que Enrique Casals ha dispensado y dispensa a Claret. La nota de programa sintetizaba muy bien: «Lo que significó Jesús de Monasterio en Madrid para Pau Casals en su juventud lo ha sido para Lluis Claret el maestro Enric Casals en Barcelona.» Cataluña tiene en Claret al continuador de Paul Casals, no sólo por el estilo de su técnica, sino por el talante de sus concepciones estéticas. Si toda comparación puede resultar inconveniente, no me importa arrostrar ese peligro para afirmar que, a mi juicio, sin chauvinisme de ningún género, el español Claret me parece intérprete de mayor talla que el rumano Iancovici, con todos los méritos que concurren en éste.

Imaginación

Claret hizo una creación del Concierto para violoncello y orquesta de Tomás Marco, premiado ex aequo con La tentación de San Antonio, de Klatzow. Marco posee, entre otros dones, el de la imaginación. De ahí que en cada una de sus obras pueda sorprendernos con recursos e invenciones de acusada originalidad. En este caso intenta. como él dice, «una reflexión sobre ciertos aspectos del patrimonio musical peninsular al objeto de alcanzar una forma actual y propia». Parte para ello de material original de Falla y de Casals (con lo que ha venido a unir ambas conmemoraciones y aportaciones), pero el tratamiento queda bien lejos de cualquier explotación directa. Incluso los temas de don Manuel resultan difícilmente reconocibles. En cuanto a los de Casals, sólo El canto de los pájaros, al final de la partitura, aparece deliberadamente evocado, sobre un ambiente basado en elementos fallescos de gran valor poético. Se adivinan, más que se escuchan, algunas de las canciones, que Casals interpretara al violoncello o, por mejor decir, se nos introduce en un clima ligado a, o derivado de, la lírica culto-popular de esas pequeñas obras maestras de Falla.El violoncello, instrumentalmente, funciona en todos sus valores y Marco no tiene inconveniente en solicitar de él sonoridades y expresiones de origen tradicional; para mí, este hecho supone valentía, pues es frecuente en los contemporáneos acudir a recursos instrumentales que tienen ya más dosis de inconvenientes que de nuevos. El concierto discurre a través de un continuo cuyas distintas partes no aparecen nunca aisladas. Incluso su diversidad y contraste quedan impostada en una ideología unitaria. Además, se trata de una obra que busca la percepción acústica a través de la belleza sonora, bien desde sucesiones melódicas, bien de combinaciones tímbricas. Evidentemente sentimos la presencia de un pensamiento y un lenguaje de hoy, hecho no a partir de cero -vano empeño por otra parte-, sino aceptando conscientemente una herencia que, aquí y ahora, representan bien los nombres de Falla y de Casals. El resultado final se mueve entre lo naïf y lo profundamente culto; lo primero quita peso a lo segundo y esto añade consistencia a lo naïf. En el centro, protagonista, heredero, muy moderno y muy antiguo a la vez, pero de ningún modo conservador, se alza la voz del violoncello, la voz de un homenaje fervoroso y el vehículo de una destilación.

Página de muy distinto carácter y lejana técnica, la del surafricano Peter Klatzow, copartícipe del Premio Casals. Sus Tentaciones de San Antonio, por la cuidada belleza de su neoimpresionismo, no pusieron al beato en demasiado trance y, en este sentido, el recuerdo de Jerónimo Bosco, invocado por el compositor en su nota autocrítica, no se aviene con exactitud a la música, compuesta desde un marcado esteticísmo, muy bien elaborada, equilibrada y estructurada en sus cinco secciones. El violoncello solista representa a San Antonio y desde la orquesta llegan las distintas tentaciones, con lo que un diálogo significativo, de orden dramático, se establece. Calmo, meditativo, el solista; más narrativa, accidentada y ariscada suavemente -desde la fuerza o la ironía- la orquesta, estamos ante un ejemplo de excelente música concertada.

Claret en las Variaciones rococó demostró con amplitud cuanto de él hemos escrito más arriba: es ya un grande del víoloncello español. Fue, por lo mismo, ardientemente ovacionado, como lo fueron Iancovici, Ros Marbá -en un trabajo de primer orden-, la orquesta barcelonesa y los compositores Marco y Klatzow. Después del concierto, en la sala de reuniones del Orfeó Catalá, el director general del Patrimonio Artístico y Cultural hizo entrega de los premios e impuso a Tomás Marco la Medalla de Bellas Artes, que le fue concedida hace algún tiempo. Las palabras de Lago Carballo y las de Tomás Marco contribuyeron a fijar la significación del acto, cuyo fin último no era otro sino el de rendir homenaje al gran español universal Pablo Casals.

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