Las disensiones en el seno de la mayoría gubernamental francesa se recrudecen por momentos
«Si el pasado 28 de abril último se hubiese rechazado el voto de confianza al Gobierno Barre, yo habría decidido la disolución de la Asamblea Nacional. Y, de antemano, habría puesto al corriente al primer ministro», reveló ayer el presidente francés, Valery Giscard d'Estaing, en unas amplias declaraciones exclusivas al semanario L'Express en las que analizó el panorama político. Pocas horas antes, el antiguo primer ministro Jacques Chirac, presidente del RPR gaullista, el partido más importante de la mayoría, hizo otro tanto a través de la radio, ante las divergencias entre los líderes de las dos tendencias, más claras que nunca más graves.
La entrevista Barre-Chirac, celebrada la semana última, y que el portavoz del primer ministro calificó de «cordial y positiva», «es papel mojado» desde que este último fin de semana Giscard y Chirac decidieron, cada uno por su lado, manifestar públicamente su visión del porvenir inmediato en las elecciones legislativas, como punto «histórico» de referencia.Los representantes de las dos fracciones de la derecha francesa sólo están de acuerdo en un punto: la denuncia de «los peligros que tendría para Francia» el «programa común» firmado por los tres partidos de la oposición que integran la Unión de la Izquierda. El divorcio entre el presidente de la República y el alcalde de París, a pesar de los últimos intentos de acercamiento, se reveló como total en la cuestión más importante cara al futuro inmediato: las elecciones legislativas que, normalmente, deberían realizarse en marzo del año próximo. En contradicción consigo mismo, una vez más (el pasado 29 de abril en la TV había dicho que la preparación de las legislativas correspondía a los líderes de la mayoría y, pocas semanas antes habla confiado dicho papel al primer ministro), Giscard volvió a confirmara Barre como «líder de la campana mayoritaria».
Aludiendo al pasado, el jefe del Estado acusó a los gaullistas de haberse comportado de manera «aberrante» cuando han criticado sus reformas y dejó entender claramente que los hombres del RPR son los instigadores de una campaña que pretende presentarlo como un personaje «débil y frágil».
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