Después del viaje
PUEDE DECIRSE que el viaje a Estados Unidos del señor Suárez ha sido de contacto entre dos Administraciones y de creación de vínculos entre personas. No ha habido acuerdos sino conversaciones. No ha habido peticiones concretas ni ofertas precisas. Era necesario que dos Gobiernos nuevos al frente de dos países aliados se conocieran. Esto es lo que se ha hecho, y no es irrelevante.España ha expuesto de nuevo a Estados Unidos que la relación mutua entre los dos países es muy distinta desde la llegada de la Monarquía, porque la cotización internacional de España ha cambiado sustancialmente desde que se ha emprendido el camino hacia la normalidad democrática. «España ha dejado de ser un aliado complaciente.» Este ha querido ser el mensaje de una parte de la Administración española en USA. Y decimos de una parte porque todavía hay sectores e intereses que se resisten a que los seguros y rentables mecanismos franquistas se desmonten, y menos aún en lo que respecta a la relación con Estados Unidos.
Hay, por otra parte, detalles del viaje que convendría analizar. En algunos medios ha llegado a trascender la desavenencia entre el Departamento de Estado y la Oficina de Protocolo de la Casa Blanca sobre el significado del viaje del presidente español. El Departamento de Estado consideraba que el viaje, realizado a iniciativa de Madrid, no era un viaje de Estado en el sentido de que no existía una agenda de temas concretos a resolver. Por eso la diplomacia americana limitó la solemnidad de la visita para que en ningún caso se confundiese con la del rey don Juan Carlos, el año pasado, que sí se calificó en todo momento como una operación de primera trascendencia política. El presidente del Gobierno español ha sido, no obstante, recibido de modo amistoso y cordial, y en modo alguno debe minimizarse su periplo americano.
Antes, en México, el señor Suárez había sido recibido con atronadoras salvas de ordenanza, honores militares, desbordamiento presidencial, despliegue periodístico a toda plana y hasta eco popular.
En el centro del poder económico y político del mundo occidental, Nueva York y Washington, el presidente español fue tratado con circunspección, naturalidad y simpatía. La flor y nata de las finanzas norteamericanas no concurrió al acto de la Cámara de Comercio de Nueva York, y la visita tuvo sólo moderado eco en la prensa y la televisión. Al fin y al cabo, USA es un enorme país en el que casi a diario hay un jefe de Estado o de Gobierno en visita oficial. A este respecto debe señalarse el error que significa organizar una conferencia de prensa, en el enclave informativo más importante del mundo, en un viernes a las cinco y media de la tarde (a no ser que se trate de restar contenido al acto). La hora era tan mala para la prensa americana como para los matutinos españoles, que sólo pudieron recoger en sus últimas ediciones un extracto resumido de las declaraciones del presidente. En éstas, por lo demás, se limitó a señalar que el próximo Gobierno debería reflejar el resultado de la consulta electoral, cosa harto sabida por todos, y a repetir su ya conocida posición de que España necesita una nueva Constilución, una reforma fiscal, un pacto social, una nueva política exterior y resolver el problema de las regiones. «Sólo así -añadió- podrá considerarse superado el período de transición política. »
Queda una última cuestión por considerar. La utilidad electoral que un viaje de esta naturaleza pueda proporcionar a un futuro carididato. Aunque en la misma rueda de prensa el señor Suárez negara que éste fuera un viaje electoral e insistiera en que lo había hecho en su calidad de presidente en ejercicio, ahí quedan minutos y minutos de aparición televisiva, fotos con los primeros gobernantes de Occidente, primeras páginas en todos los periódicos... Tal sería la cara más equívoca del viaje; y algunos podrían pensar que se ha hecho no sólo con vistas al exterior, sino muy especialmente de cara al 15 de junio.
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