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Modernidad, ciencia y praxis, desafíos a la experiencia religiosa

Organizado por el Instituto Teológico de Vida Religiosa habló ayer el padre Arrupe, general de la Compañía de Jesús, en Madrid.Comenzó su conferencia manifestando que es un tópico hablar de «crisis de la vida religiosa». Pero esta crisis abre posibilidades inéditas a la experiencia de Dios. Así la palabra crisis en japonés nos da la doble vertiente de su significación. Por una parte, quiere decir peligro, y por otra, oportunidad nueva, apertura hacia el futuro. Pues bien, la vida religiosa, según el padre Arrupe, se hace sospechosa al hombre de hoy. Se la juzga extemporánea y ajena a la modernidad. Pues a este desafío debe responder el hombre religioso admitiendo que su fe se hallaba instalada en la seguridad confortable de unos dogmas, de unas tranquilidades demasiado asentadas y hasta ciegas. Algunos teólogos, errados -según el conferenciante- afirman que la modernidad es un castigo necesario para el creyente, como una prueba ética. Por el contrario, piensa el general de la Compañía, la situación actual es comparable al éxodo, pues los cristianos viven atravesando un desierto o un vacío espiritual al abandonar todas sus creencias seguras y lanzarse a. una arriesgada travesía cuya finalidad última es descubrir una nueva faz de Dios.

La Iglesia se encuentra en este éxodo saliendo de seguridades para comenzar algo nuevo y entrar en «terra incognita». Y también el individuo religiosd sale de sus esquemas y hábitos mentales seculares para sustituirlos por otros nuevos, originales e íntimos que debe descubrir por sí mismo. A este respecto el padre Arrupe citó párrafos de una carta de un religioso latinoamencano en el que éste afirma que en las zonas de miseria en que vive ya no son válidos los esquemas clásicos de la vida religiosa, «la miseria irrumpe en nuestro silencio. ¿Cómo ser contemplativo?» Luego el padre Arrupe se refirió a que la Iglesia y el hombre de hoy pueden convertir esta amargura desértica en un descubrimiento de Dios como experiencia de su proximidad mediante la disponibilidad del .hombre por su entrega total. Pero esta cercanía de Dios constituye un desafío para el saber. El hombre quiere conocer, a Dios palpando su; presencia. Mientras el filósofo García Bacea sostiene que Dios es palabra y se manifiesta por decires, el padre Arrupe afirma, por el contrario; que Dios es misterio, el silencio puro. Por lo menos, Dios habló en otros tiempos, ahora parece que ya no habla a los hombres modernos. Este silencio atemoriza, inquieta y llena de dudas al cristiano. El desasosiego puede convertirse en punto de partida para una nueva fe basada en la experiencia de la ausencia de Dios. Con razón dijo Karl Rahner que Dios -es el misterio absoluto. Por consiguiente es una presencia por ausencia, fórmula real de la experiencia religiosa del hombre de hoy.

La ciencia

Existe otro desafío para el creyente según el padre Arrupe, el del poder que crea la ciencia. Cuando se verifica el creciente progreso en que vivimos disminuye el poder de Dios y ya no lo creemos necesario. Según el conferenciante, este poder, lleva con el individualismo capitalista y el colectivismo marxista a una manipulación de los hombres, a una sumisión creciente a una potencia desconocida. En consecuencia, el creyente puede escapar al dominio delos poderosos refugiandole en la oración humilde, acto de debilidad suprema.Existe otro desafio: el de la praxis, que nace del endiosamiento de la técnica y finaliza en un pragmatismo utilitario. Sólo es valioso lo que es eficaz para la sociedad. Sin embargo, esta modernidad el cristiano puede transformarla en su .provecho, pues el Evangelio habla de obras y de amor concreto. La experiencia de Dios, dijo el padre Arrupe con frase clarividente, «no es evasión o escapismo hacia otro mundo», sino que implica compromiso activo con el mundo. Por último, el general de la Compañía terminó su conferencia con unas nuevas citas del religioso latinoamericano que vive el Evangelio en el seno de la pobreza, cristianismo primitivo que surgió de las comunidades pobres. Pero la lucha religiosa no es política. El cristiano vive su experiencia de Dios mediante la ayuda fraternal a los pobres, pero su misión no es liberara los oprimidos. Esta acción práctica sirve a la contemplación de Dios.

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