"Israel en Egipto", de Haendel, por la Academia St. Martin, de Londres
Las Semanas de Música Religiosa, de Cuenca, cuya decimosexta edición se celebra ahora, constituyen un ejemplo de festival justificado y útil. Se dan en ellas la unidad de tiempo, de lugar, de contenido y de ambiente. Además, pensadas sin propósitos elitistas ni voluntad de mero brillo, mantienen un tono de eficacia que se proyecta, todavía, a través del Instituto de Música Religiosa, editor de una docena de volúmenes del más alto interés. Pienso que si otras manifestaciones pueden existir o no, incluso que algunas nacieron de la mera intención de «demostrar que se hace algo», las Semanas merecen ser potenciadas sin mengua de su provincialidad. Quiero decir —y este es otro tanto a su favor— que los ciclos de la Pasión conquense son, residen y se ambientan en la ciudad que los organiza. Las subvenciones, ayudas y difusiones que reciben no se traducen en centralización. Así debe ser.
Iglesia de PP
Paules, Cuenca.Orquesta y Coro St.Martin in the Fields. Director: L. Heltay. Israel en Egipto, de Haendel.
Las Semanas han tenido este año una iniciación superlativamente interesante: Israel en Egipto, para mí el más bello oratorio de Haendel, en versión de la Orquesta y Coro de la Academy of St. Martin in the Fields, de Londres, bajo la dirección del maestro húngaro Laszlo Heltay. Es Israel en Egipto un monumento de la gran mise en scéne de lo religioso, un modelo esplendoroso de la agitación triunfante y el movimiento creador de movimiento que cualifican el barroco. Es, también, la más alta síntesis de los valores fundamentales y accesorios de esa gran corriente estética. Humanismo, libertad de formas y procedimientos, expresividad, herencia de múltiples tradiciones, representatividad (teatralismo), acumulación de elementos incluso contradictorios, todo se funde en una armonía de pensamiento y realización. Estamos ante la coronación de un proceso que alberga —como ha visto muy bien una especialista del prestigio de Suzanne Clerc— los movimientos transformatorios de la vieja polifonía, el estilo nuevo de Caccini y Monteverdi y el concitato. «Tres estilos —escribe Crec— que se enriquecen mutuamente, para llegar a una fusión de formas y géneros novísimos, cuya conjunción da nacimiento al clima musical de una larga época.» Si añadimos el barroco teatral e instrumental de Italia, y aun de otros ámbitos europeos, comprenderemos la posibilidad de sumar en un solo cauce la corriente de tres estilos de pensar: el grave, el mundano y el teatral. Dentro de todos y cada uno de ellos, individualizados o mezclados, aparece un vario repertorio de matices: lo amable y galante, lo descriptivo e imitativo, los simbólico, lo popularista y cuanto advino al barroquismo haendeliano procedente de las escuelas de Florencia, Nápoles, Roma, Venecia, Inglaterra o Alemania.
Hacer el barroco con sencillez, desentumecerlo de solemnidades espectaculares, mostrar la intimidad de su contenido a través de una versión verdaderamente conmovedora, fue el gran éxito de Heltay, los músicos y cantores londinenses, en la Antigua Iglesia de los Paúles, de Cuenca. Un grupo de solistas, entre los que destacaron muy especialmente el contratenor Charles Brett y el tenor Richard Morton, contribuyó a la equilibrada y expresiva interpretación. Perfecciones más a destacar cuando se escribe después de escuchar Israel en Egipto a través de los siempre indiscretos y analíticos cristales de aumento que son para el sonido los micrófonos de la Radio. El día anterior fue leído el pregón original de nuestro colega Fernando Ruiz Coca en la Casa de la Cultura.
Babelia
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