Italia, ante una crisis de Gobierno

Tras lo dicho por el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, y por el secretario general de la Democracia Cristiana, Benigno Zaccagnini, durante la conferencia de la DC, finalizada el domingo pasado, a nadie le cabe duda de que al fin de la «pausa reflexiva» de esta semana de Pascua Andreotti tendrá que modificar su Gabinete y probablemente abrir las puertas a un programa pactado con la izquierda, aunque quizás sin la participación directa en el poder de los comunistas y socialistas.El panorama se presenta oscuro por dos razones. En primer lugar, como lo advirtió la semana pasada Bettino Craxi, secretario general del Partido Socialista, no se ha logrado hasta ahora ninguna clase de acuerdo en la izquierda, no ya en relación con un posible gobierno de «salvación nacional» -que todos rechazan, salvo en parte Craxi-, sino tampoco ante el citado «programa», sobre cuya elaboración la Democracia Cristiana insiste en decir la última palabra, pese a encontrarse en minoría en el Parlamento. En segundo lugar, la ruptura soviético-norteamericana en Moscú ha colocado al PC italiano frente al límite de sus posibilidades de maniobra interna. Tanto el eurocomunismo francés como el italiano se ven en la necesidad de soslayar el enfriamiento de la «detente», para lo cual no pueden por el momento asumir nada que se parezca a una responsabilidad de gobierno, aun indirecta, ni pactos demasiado explícitos con fuerzas como la DC italiana -«entregada» al Fondo Monetario Internacional-, que pueden romper su precario equilibrio táctico entre el Este y el Oeste.

Por lo demás, el señor Berlinguer acaba de recordar en L'Unita las «incomprensiones» internas entre los distintos grupos del PC, y también la rebelión de la juventud, es decir, todo lo que le ata las manos para un arreglo con la DC, a menos que ésta ofrezca cambios más sustanciales que los sugeridos por Zacoagnini.