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Clásica

Bela Bartok y España

Vuelve a ser noticia española el compositor húngaro. Razón: la distribución aquí de la Opera omnia grabada en Budapest. Al hilo de este hecho cabe, entre otras cosas, recordar los contactos entre España y Bela Bartok. Comienzan en 1906, cuando el dúo Vecsey-Bartok realizan una tourné de conciertos por las sociedades musicales españolas.En el teatro de la Comedia, de Madrid, actúan Bartok y su colaborador los días 24 y 26 de marzo. A final de mes Bartok toca de nuevo en la capital española, esta vez en el Real Palacio, para la reina María Cristina. El viaje a Madrid lo hace desde Lisboa. En una carta dirigida a su madre el compositor nos ha dejado algunas impresiones acerca de nuestra ciudad.

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«Llegamos la mañana del 24 y el concierto tuvo lugar a las 5.30 de la tarde, en un teatro. El piano era bueno (un Bechstein). Gran entusiasmo pero poco público. Hoy se espera una afluencia mayor. Ayer tocamos ante la reina (el rey está ausente). Estuvo muy afable y ha hablado de música de la misma manera que la comadre Schneider. Los músculos de mi rostro han debido superar una formidable prueba de fuerza para no estallar de risa. Entre las muchas bobadas, la más destacada fue cuando, al hablar de Hungría y de la lengua húngara, me dijo: «¿Es verdad que el rey habla muy bien el húngaro?» «Ah, sí, muy bien.» Me solicitó música moderna, ¡unas czardas! Y las toqué, para hacerla feliz.Si hubiera sabido que raza de republicano hasburgófobo tenía delante, difícilmente habría estado tan amable.»

El Madrid de entonces -¡aquel Madrid de los cronistas sentimentales, las floristas y la cuarta de Apolo! - no le interesa nada a Bartok en comparación. con Lisboa. «Es -escribe- como Budapest sin orilla del Danubio y sin Parlamento. Madrid difiere poco de la media de las grandes ciudades. Pago ocho pesetas al día, comida y media botella de vino comprendida. Tengo miedo de las aguas desconocidas y entonces bebo vino, que por otra parte no es nada malo, con lo que acabo cada día un tanto achispado (lo que se manifiesta por una gran somnolencia).» Digamos, en fin, que, aun cuando en la correspondencia bartokiana no se indica el nombre del hotel, sí la dirección: calle de la Paz, 13.

Vuelve el compositor a España el año 1927. En carta a Antal Fleischer, Barcelona, solicita la reserva de una habitación simple en el hotel Victoria para el 20 de marzo. Por razones de salud Bartok, se ve obligado a interrumpir su gira, pero llega a tocar en Barcelona, en el Palau de la Música Catalana, con la Orquesta Pau Casals, como solista de su primera rapsodia para piano y orquesta. No se realizaron los conciertos proyectados en Madrid en colaboración con el cuarteto de Budapest.

Existieron planes para un nuevo viaje en 1930 e intervino como mediador Manuel de Falla. No hubo manera -sin embargo- de llegar a un acuerdo con el empresario a la hora de distribuir las fechas, y todo quedó reducido a un par de conciertos en Asturias y Barcelona.

Entre tanto, muy tempranamente, el propio Falla había tocado en el Ateneo algunas piezas de la op. 39. En 1922, 23 y 28, Arbós y Pérez Casas, al frente de la Sinfónica y Filarmónica, dieron audiciones de los Retratos, imágenes y Danzas rumanas. El público de las Culturales se rebelaba cada vez que un pianista incluía el Allegro bárbaro, pienso que más por el título que por la misma música, que, en verdad, plantea pocos conflictos.

Bartok pisa suelo español, por última vez, en 1940, en el triste viaje que le conduce al exilio. Europa arde en llamas. Después de atravesar Italia, Suiza y Francia, llega a una España recién salida de la contienda civil. «Viajar en autocar -escribe a Bartok, hijo- es bastante mejor e lo que pensaba. La mañana del 16 (octubre) llegamos a la frontera española, y aquí comenzaron las «pegas». Resultó que el autobús no continuaba; la inspección aduanera pretendía ser inexorable y había poco tiempo hasta la salida del tren. Al fin decidieron que enviara el equipaje -310 kilos- expedido aparte, con lo que evitaba el registro de aduanas. Sin preguntarme indicaron en el pasaporte como estación de salida Badajoz, en lugar de Valencia, como figuraba en los billetes.Tres días más tarde nos enteramos que el equipaje fue facturado a gran velocidad. Pensé que lo habían hecho con mala intención, pero luego me convencí de que no podían hacerlo de otro modo, pues no teníamos billetes para todo el recorrido y lo debíamos seguir por etapas hasta Barcelona, primero; hasta Madrid, después, y de allí, a la frontera portuguesa. En la estación fronteriza no podíamos cambiar dinero y solo estaba autorizado salir con cien pesetas. En Badajoz nos. informamos de que el equipaje llegaría cinco días más tarde. Encontré un funcionario de aduanas que hablaba francés y le confié el despacho de mi equipaje. Lo enviará a Lisboa y de allí lo remitirán a Nueva York. »

Con tanta peripecia apenas nos da Bartok impresiones de lo que ahora le parecía un país horrible, sin pan, tabaco, ni azúcar. No deja de ser extraño que en tan larga carta, que contiene directas alusiones a la situación de entonces, no encontremos ni una palabra sobre la guerra civil española, de la que se derivaba una situación contrastante con la de Portugal, «que, en cambio, nada en la abundancia. Lástima que no hayamos podido quedarnos unos días como pensábamos».

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