Markevitch, y Rieger, con la RTVE y la Nacional
La Pastoral de Igor Markevitch no es un enunciado, sino un concepto. La tiene tan espléndidamente resuelta, con arreglo a sus conceptos, siempre de criterio elevado, que cada vez que la pone en pie parece haber ahondado un poco más en una misma dirección.Muy distante de las concepciones a lo Fürtwaengler, Markevitch entiende la obra, en general, con mayor ligereza de ideas y de tempo; tiende a desdramatizarla de modo que más que un antecedente de Brahms o Bruckner vemos en los pentagramas beethovenianos una consecuente superación de Haydn y Mozart, a cuyo clasicismo vienés pertenece, al compositor de Bonn en forma radical.
Las aclamaciones con que la Sexta sinfonía fue recibida se reprodujeron ante la versión de la segunda suite (con coros) de Daphnis et Clohe, de Ravel, otro clásico de la interpretativa markevitcheana. Entre una y otra partitura, acaso ocupando el puesto de autores españoles que Markevitch ha dado con cierta frecuencia y que debería continuar dirigiendo, dada su calidad de director honorario y fundador de la Sinfónica de RTVE y sus ligazones con España, tuvimos cuatro poemas de Pasternak, de Nicolás Nabokov, tan bien escritos como pertenecientes a una suerte de limbo estético.
Teatro Real
Orquestas RTVE y ONE Directores: Markevitchy F. Rieger. Obras de Beethoven, Nabokov, Boulangery Ravel. 25 marzo.
Después, Markevitch expuso una breve, sencilla e instintiva página de Lilí Boulanger, hermana de Nadia quien, muerta tempranamente, dejó constancia de lo que podría haber sido una gran compositora. En ambas obras lució su no grande, pero sí bella voz el bajo Boris Carmelli y, en la segunda, como en Ravel, intervino con todo acierto el coro, preparado por Alberto Blancafort.
Si viciosamente identificamos solemnidad con pesadez, gravedad, falta de contrastes y mantenimiento de una expresividad fríamente funeral, la Misa solemne, de Beethoven, en manos de Rieger fue solemnísíma. Obra compleja y varia, maestra por mil motivos y fuertemente emotiva en alguna de sus partes, encontró en el Coro Nacional (que dirige Lola Rodríguez de Aragón) traducción segura, limpia, brillante.
Que no se desatase el entusiasmo, ni mucho menos, se debe a los conceptos de la batuta rectora, que contó como solistas a nuestra Pilar Lorengar, espléndida de voz, luminosa, fresca como en su temprana juventud, a la buena mezzo Alfreda Hodgson, la tenor Ellenbeck y al bajo Marius, Riritzler. Esta vez, las feministas triunfaron, pues la mayor calidad estuvo de parte de las voces de mujer. Luis Antón tocó su solo muy bien, desde todos los puntos de vista. Como en el viejo cuento político, hubo éxito, pero no indescriptible.
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