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Lluis Llach: cantata para Vitoria

Campanades a morts es el último LP de Lluis Llach. Lluis, que sigue siendo uno de los máximos prohibidos, se ha convertido, a pesar de algunos, en el mayor vendedor de discos de nuestro Estado. En esta ocasión Lluis Llach sigue hasta su extremo la línea epopéyica que inauguró con el Viatge a Itaca. Pero en esta obra la tragedia se halla demasiado presente. Campanades a morts se basa en un hecho: las muertes de Vitoria en 1976. El tema, su componente afectiva, requerían un tratamiento especial, y Lluis y Manuel Camp se lo han dado. La primera parte presenta tal vez un excesivo peso del metal, lo que nos recuerda un poco las fanfarrias romano-egipcias de las grande! superproducciones históricas norteamericanas. La referencia en sí lo es más hacia Semana Santa. Sin embargo, esta primera parte alcanza un climax sobrecogedor: son los versos que dicen: «Asesinos de razones y de vidas, que nunca tengáis reposo a lo largo de vuestros días, y que en la muerte os persigan nuestras memorias.» Aquí Lluis grita las palabras sobre el pandemonium wagneriano que provocan la orquesta y la Coral Sant Jordi al unísono.La segunda parte comienza mucho más líricamente, para acabar regresando al tema y al arreglo principal. Estos párrafos constituyen una oración «Abridme el vientre para su reposo, de mis jardines traed las mejores flores.»

La tercera parte, el recuerdo, se apoya en el piano para ir integrando poco a poco el resto de la orquesta. A estas alturas, la línea general de la obra está clara: se persigue una progresión emotiva a través de la acumulación de instrumentos que vuelven al tema base para recordar el eje de la historia. Finalmente Lluis, en un tono más bajo, finaliza el texto: «Cada uno fue una palabra de un victorioso poema», y el resto se transforma en un requiem que finaliza, otra vez, con los primeros compases.

Un juicio crítico es difícil. La intención es clara, construir una cantata de carácter épico. Evidentemente, se ha conseguido.

Excepto el tema principal, excesivamente clásico, aunque muy efectivo, el conjunto posee una indiscutible belleza. La unión orgánica entre las diferentes partes es aquí mucho mayor que en el Viatge, y la única pregunta que cabe es la de si este colosalismo (lo cual no quiere decir renunciar a orquesta o a coros) se hacía necesario. Pienso que era una de las maneras de acercarse a los hechos, una manera, como decía antes, directa y apabullante en su grandiosidad, pero tal vez pudieran existir otras donde la gran diosidad no permitiera recordar su propia parodia. Estas pegas no enturbian nunca el esfuerzo de Lluis Llach y los caminos que, abre a la música popular.

La segunda cara, que contiene cuatrd canciones sueltas, nos da la otra medida. Un Llach acompañándose casi exclusivamente del piano vuelve al I si canto triste, en un alarde de sensibilidad y sencillez que sirven para descansar el espíritu tras Campanades a morts.

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