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Tribuna:Las elecciones francesas
Tribuna
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Días difíciles para Europa

Uno de los problemas más graves que en Francia pueden derivarse del considerable avance de la Unión de la'Izquierda será el de la unión de la derecha. El señor Gíscard d'Estaing ha dernostrado hasta ahora cierta ponderación ideológica, que muy difícilmente el señor Chirac estaría dispuesto a mantener. Si la derecha se une en Francia, lo más probable es que lo haga por el extremo gaullista y no por el centro «social demócrata», tantas veces sugerido por el presidente. En ese caso, el campanario gaullista puede llegar a ensordecer a Europa.No obstante, las posibilidades de la aparición de una nueva «Acción Francesa» no parecen aún inmediatas. Incluso en el interior del gaullismo se observan, en ese aspecto, vacilaciones y vaivenes rnuy acusados.

El pragmatismo electoralista de los sucesores del general y el carácter de movimiento, más que de partido, que siempre ha mostrado el sector, hace que el hambre de votos diluya el hambre de ideas. Por el momento, el señor Chirac tiene que negociar, de una forma u otra, con el señor Giscard d'Estaing, puesto que éste dispone, en primer lugar, del poder -lo que para el RPR significa también un gran aparato electoral-, y constituye además un puente tendido, más aceptable que su propia persona, hacia ese 10 ó 15 % de votantes, a los que el señor Lecaunet, puntal táctico del presidente, suele calificar, no sin razón, de «indecisos». Indecisos decisivos en un proceso en que las diferencias surgen de porcentajes mínimos del 3 ó 4% hacia la derecha o la izquierda. Chirac no puede permitirse además un rompimiento que vaya más allá de los simples escarceos del mitin o los discursos, porque por la brecha de la ruptura pueden escapárseles a la derecha los «socialdemócratas» que hoy siguen a Giscard d'Estaing en espera de una aproximación del Elíseo a los socialistas, o de los socialistas al Elíseo. Si ese escape se consumase, ya nada ni nadie podría impedir el triunfo de la izquierda. Chirac, en consecuencia, tiene que esperar, tanto por lo menos como el propio presidente. Durante unos meses ambos deberán conformarse- con los arreglos y las disputas ocasionales, como está ocurriendo ahora frente a la alcaldía de París.

Serán, seguramente, las legislativas las que señalarán la hora de las grandes opciones. Si la izquierda continúa progresando, los Chirac podrán levantarse solos en el ,escenario de la derecha, ya que ante los «sí» o les «no» trascendentes .poco o riada pueden hacer las «dudas razonables de la democracia», tal como la entienden los Giscard d'Estaing. Pero aún así, habrá que ver lo que ocurre entonces en la Unión de la Izquienda. Una cosa es que se soslayen los problemas, como lo está haciendo el señor Mitterrand en relación con sus aliados comunistas,cuando la victoria está al alcance de la mano, y otra muy distinta es que la alianza pueda preservarse más allá de la victoria. Cuando la Unión de la izquierda domine el Parlamento, su primera tarea tendrá que consistir, necesariamente, en frenar la polarización de la derecha. Y para ello deberá, ante todo, «despolarizar» a la izquierda.

Pero, sea cual fuere el resultado de este proceso, lo cierto es que a Europa se le están anunclando días muy difíciles en las urnas de Francia. Callaghan, entregado ahora a la obra del Mercado Común y asediado en las islas por la señora Thatcher, recibirá un golpe muy duro si es Chirac el qus al final se levanta en Francia como adalid del «anticolectivismo» europeo. Schmidt, en Alemania, que en las elecciones del 2 de octubre apenas pudo contener el miedo de los alemanes ante el «peligro rojo» de Europa, se vería en dificultades serias, de cara a Strauss y la Democracia Cristiana, junto a una Francia en manos de Mitterrand. En todo caso, el frente «socialdemócrata» europeo, que hot no excluye a Giscard d'Estaing, quedaría roto, y con él, quizás, la unidad europea tal como hoy se concibe.

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