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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Fetiches

Me lo dijo Pierre Daninos en París, cuando estuve en Francia trabajando en la cosa de la vendimia:-Mon petit, todos somos snobs.

Yo utilicé la cita como lema de un libro mío. Creo que, del mismo modo, todos somos fetichistas. Incluso los que creen no serlo. Sobre todo, los que creen no serlo. Sólo Luis Berlanga y yo podemos comprender el valor lírico, erótico y musical del zapato que se dejó una señorita una tarde en casa. Pero, aparte, los fetichistas diplomados, como Luis y yo, está el que no se sabe fetichista, ni sospecha qué cosa sea eso, y en cambio se pasa la vida releyendo la carta donde su señora le decía que le dejaba por un alférez de las milicias, y eso que su señora ponía muchas faltas de ortografía. Incluso puede decirse que lo que más le emociona son las faltas.

Los franceses, que están en todo, ya se han sacado la perpetuación del fetiche, de modo que, por un precio rentable, Euro Bjet, de la rue Forucade, 4, te recubre. de oro tu fetiche para que dure más. Iba yo a comprar el pan y me encontré a José Ilario, que se ha hecho ciudadano de Europa, sin esperar a que entremos en el Mercado Común con «nuestras lechugas y nuestro vino», como diría Silva Muñoz. Me informa Ilario:

-Son.120 francos bañar un zapato en bronce y 180 en plata.

También se puede bañar en oro la dulce lencería olvidada de la diosa de un día y un aparto tel, pero eso ya sube un pico. A mí, personalmente (no sé qué pensarás tú, Luis), no me gusta demasiado esta sofisticación del fetiche, pues lo que se conserva en el guardapelo del corazón es el pelo de la amada con su perfume, el zapato con su polvo del camino y su taconeo equívoco, el pañuelo con su dudosa lágrima convencional y femenina. Si eso me lo almidonan de oro y me lo dejan tieso, puede que valga más pero al corazón le rinde menos y a la pituitaria no le dice nada.

Me lo explicó Baudelaire en un pasage parisino, mientras le pegábamos al láudano y esperábamos a Juana Duval, que por cierto aquella noche nos dio esquinazo:

-Algunos viajamos por el perfume como otros viajan por la música.

Así, que voy a plastificar en oro un pañuelo de Pitita, ahora que se va a Londres, y una enagua de Nadiuska, para que me duren más, aunque pierdan el perfume. Todos somos fetichistas, ya digo, y, sobre todo, los que no lo saben, y el reciente congreso de, Alianza Popular me ha parecido la apoteosis del fetichismo estofado en oro capitalista, plata verticalista y bronce guerrero. Lo que están haciendo los líderes de Alianza es lo que hacen en París: tomar los viejos fetiches de una era política, sacar de la cómoda los restos de su pasado histórico, bajar del desván las fruslerías y las reliquias del ayer de España, y darle a todo un baño de oro retórico, de palabras, de plata elocuente y bronce belicoso.

Fraga coge un trasto de antaño y lo reviste de bronce y violencia, lo galvaniza. Silva coge una reliquia del nacionalcatolicismo y la fosiliza en oro conventual, para que brille más ante los ojos de la feligresía. Esteruelas toma un principio no fundamental, ni mucho menos, y lejía un baño María de plata Meneses. Todo hombre es fetichista de su pasado, pero los fetichistas de Alianza han decidido sobredorar viejos recuerso, viejas prendas, viejos pañuelos caídos en la fiesta, en el sarao anual de La Granja, mientras corrían las fuentes de la democracia orgánica. Es como si hubiesen enviado a París a Euro Bjet, el baúl de los disfraces, para que se lo almidonen en oro. Están en su derecho.

Claro que tampoco son ellos solos. Buena parte de la política preelectoral que se está haciendo hoy en España es una política fetichista, agravada y afeada por el baño en oro, que, a veces, es oro de Moscú, de la CIA o yo qué rayos sé. Querido Berlanga, sólo tú y yo preferimos el perfume libre de la vida, cuajado en una prenda de mujer, al oro político de un fetiche plastificado.

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