Hagan juego

La noche del 2 de marzo escuché el programa de Televisión en el que, por primera vez, se manifestaron ante la opinión pública de España los señores representantes de la Administración en la Comisión Interministerial que ha estado estudiando la despenalización y futura reglamentación del Juego en España. Los señores Fraile y Santamaría (Turismo y Gobernación, respectivamente) se inclinaron obviamente por un criterio a favor de «mayor» número de Casinos que de «menor», que al parecer es lo que el español medio presiente como más adecuado en la perspectiva económica y social de España 1977: ocho o diez como máximo y montados como atracciones del turismo en las zonas turísticas bien caracterizadas en nuestro país. Quiero recordar a dichos señores que en Estados Unidos es el pueblo de cada Estado quien resuelve por votación si quiere Juego o no y que hasta la fecha sólo está legalizado en un solo Estado, Nevada (donde es fuente principal de su economía) y un término municipal, Atlantic City (Nueva Jersey), donde se acaba de aprobar por la legislatura del Estado y Municipio, como remedio supremo de salvar de la crisis su infraestructura turística. Además, para el ejercicio del Juego se exige un requisito que sirva de correctivo a la peligrosa habitualidad: que el que vaya a jugar en los casinos no sea residente de la población o Estado donde exista aquél. Los casinos de Las Vegas son numerosos y no tienen, a diferencia de los franceses, esos engorrosos trámites de identificación a la entrada, pero colaboran a tope con la policía del Estado, que establece fuertes sanciones al reisidente que se intente colar o sea sorprendido in situ.

Por favor, señores de la Comisión. Venga el juego para mejora de nuestra economía y prestigio y saneamiento de nuestros turismo. No para promover la sordidez y vicio de la España de los años veinte o la tristeza y medianía de la mayoría de los casinos franceses, de los que solo siete y ocho son negocios prósperos y lo parecen.