Combinatoria sexual

El cine es el resultado de una tarea colectiva, nos guste o no. La calidad final depende, consecuentemente, de todos y cada uno de los que intervienen en la fabricación de cada película, pero ni siquiera los mayores talentos reunidos de la industria pueden garantizar un de terminado nivel estético si el res ponsáble final -llámese director, productor, guionista o estrella, es decir, quien decida el aspecto definitivo de la obra- es incapaz de concretar de forma adecuada sus propósitos. Ni siquiera la presencia de profesionales tan competentes como Dirk Bogarde, Ava Gardner o el cámara Freddie Young ha podido salvar del naufragio total a este burdo intento de cruzar el cine de agentes secretos, a lo James Bond, con El espía que vino del frío y el cine político tipo Z. Demasiados planteamientos diferentes -y antagónicos- para un mismo filme.El hombre que decidía la muerte es, en resumen, una obra profundamente reaccionaria, y su deliberada -o involuntaria, cualquiera sabe- ambigüedad política consigue plenamente confundir al espectador. Esta historia de agentes dobles y triples tiene la apariencia de un discurso serio sobre la dificultad del espionaje interna cional, la bajeza moral de los agentes encargados de realizarlo y las sucias maniobras que lo permiten, terreno en el que se mueven mejor los diversos capítulos de la serie ideada por lan Fleming, que, al menos, no tenían la menor pretensión realista, ni pretendían lograr más que un entretenimiento en imágenes coloreadas. Cyril Frankel cuyo desconocimiento del ritmo,.la planificación y la dirección de actores son realmente alar mantes, ha querido algo más: dotar de significado profundo y crítico a la intriga, desvelar las conexiones entre los diversos gobiernos y lo grupos revolucionarios de diverso signo.

La conclusión final no puede se m as pesimista; los pobres ciudadanos corrientes y molientes estamos indefensos ante estos turbios manejos internacionales. Los habitantes de este país de nuestros pe cados no necesitamos recurrir a una ficción política tan poco sutil porque la realidad de nuestro circo celtibérico es mucho más rica, plurimorfa y rocambolesca que estas narraciones torpemente urdidas y peor plasmadas. Cuando el arte -es un decir- no logra acercarse a la vida, es mejor olvidarse de él, especialmente cuando, como en este caso, demuestra tan escasa habilidad en la confección de sus mensajes.