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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Otro regreso de Don Quijote

En la introducción de Luis Alberto de Cuenca se aclara el sentido figurado, simbólico, de esta novela que es preciso tomar como una aventura o una serie de aventuras de un libro caballeresco. Las del policeman Jonás Erda discurren sobre un mundo que está narrado y descrito con precisión realista hasta casi el final. Nos referimos hasta casi la última proximidad de los objetos, de las figuras humanas, de los episodios que protagonizan. Vistos de cercanos persuaden de su inverosimilitud aparencial, de su carácter de símbolos de actitudes, de fatalidades, de dolores humanos. Un paso atrás y vuelven a parecemos los personajes de una caza realizada por un policía que se sale de su órbita, ordenar el tráfico en el East End de Londres, para buscar a un hombre por todo el país. El hombre no ha hecho sino pegar a un niño y robarle un diario. Jonás Erda no sabe sino que ha hecho eso y que lleva un abrigo beige de pelo de camello.El policeman desaparece como tal y se torna en un caballero andante que comienza por hacer lo que los viejos héroes de estas. caballerías, salirse de su entorno. Así se evade Jonis Erda de su casa, de la compañía de su esposa, Martha, de su comisaría. Las aventuras se le aparecen delante mostrándole el mundo en donde todos necesitan ayuda. Niños, mujeres, una prostítuta, Shirley, que se une a él, sosteniéndole, corroborándole en su extraño viaje, del que ya no puede volver. Ha penetrado en la entraña del mundo como Jonás entró en el vientre de la ballena en busca de su verdad, que es el Bien de los hombres. Por algo se llama Jonás, en claro simbolismo, y por algo su nombre de Erda significa «erde», o sea, tierra. Llega tan hondo, que ya no puede volver. Ha traspasado el no return point.

Didier Decoin

Un extraño policeman. Cupsa Editorial. Madrid

La novela pertenece, pues, al idealismo narrativo, aquel que se halla un paso más allá del suelo que se descubre por el novelista. Didier Decoin ha adoptado, en Un extraño policeman, las formas de la novela inglesa de intriga policíaca. Formalmente se trata de una pesquisición realizada por alguien en cuyo oficio entra hacerla rectamente. Las costumbres, los tipos, los paisajes -el paisaje rural británico bajo el frío y el hielo- están descritos con- sutileza realista casi excesiva. Quizás sea la luz íntima que ilumina al conjunto, el aire sutil del desvalimiento general, de la suma de dolores humanos que desplazan las criaturas, lo que revela que si estamos penetrados del sentido figurado de los acontecimientos y de su lógica peculiar, el sentido que revelan se nos va afirmando distinto a cada paso, inserto en un destino común que el policeman Erda va desvelando, como si lo iluminase con su linterna de reglamento. La irrealidad resultante es algo kafkiana, pero más de Julien Green, compatriota del autor, en cuanto tiene una dirección, el dolor, que no el absurdo humano, en la busca del bien y la felicidad.

Y esto lo descubre un policía que ha enloquecido y al que buscan también sus compañeros porque se ha salido de sus raíles. Es un loco, un anormal, como lo era Don Quijote, que de vez en vez retorna en la literatura, bajo distintas apariencia; viendo y haciendo ver algo más de lo que ven los demás. Y quien le acompaña -Shirley- acaba por verlo a medias como Sancho y en ir con él hasta el final. Luis Alberto de Cuenca ha visto que las raíces del personaje y la aventura hay que hallarlas hundidas en lo profundo de la epopeya. Lo que no aparece en Decoin por un momento es la ironía cervantina, pero ello no priva de considerar su novela también como otro regreso de Don Quijote, más patético, menos dialéctico que el que nos narré Chesterton hace ya muchos años. La novela de Didier Decoin es muy atractiva, aunque, limitada a su sentido último, no dice su canción sino a quien se embarca en él. Entonces, sí, se advierte en ella un primor fuera de lo común.

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