Las limpias memorias de Antonio Mairena
Sorprendido al final de la lectura. El ángel, o el duende, o la Razón Incorpórea de Antonio Mairena. Yo diría unas memorias limpias y angustiosas por el aire que se acaba en el cante gitano-andaluz. Parsimonia y rito para contar, compás gitano al calor de la camilla. Ayes templados de lamento y de esperanza, alguna esperanza. Una historia del cante bajo-andaluz, contada desde dentro, emocionadamente, huyendo de la erudición efectista: « ... cuarenta años de mi vida en los que, debido a mi falta de cultura, y a mi posición artística y social, fui arrastrando toda clase de contratiempos, viviendo una vida turbulenta e incierta, sin una mano que me condujera a un horizonte claro, con mi persona pendiente del aire, o, mejor dicho, de una sociedad insensible donde reinaba la ficción por todo». Confesión pura y dolor purificado: Mairena desde su niñez, los gitanos que acuden a la feria de su Mairena natal, el nido donde va acunándose su cante y el paso de las figuras grandes del cante gitano-andaluz. Después, Sevilla, Madrid -ballet, de Antonio y asistencia al nacimiento de los primeros «tablaos» flamencos- y vuelta a Sevilla, donde trabaja y perpetúa, e historia, lo mucho que él sabe sobre esta magia gitana del cante.Más que anecdótico, evocador, porque es historia vivida con dolor y algo de hambre. Respeto mágico por las viejas figuras: Joaquín el de la Paula, Manuel Torre, Pastora Pavón -Niña de los Peines-, también por algunos payos metidos en esta dolorosa expresión de los de su raza. Lo que Mairena confiesa que le mantiene y sustenta es la Razón Incorpórea, «el honor nuestro, la base de la cultura gitana, el conjunto de nuestras tradiciones y de nuestros ritos antiguos: una cosa que sólo entiende un gitano como. Dios manda y que sólo los gitanos la viven». Esa fuente de inspiración obliga a la pureza del cante gitano, que Mairena distingue claramente del flamenco, menos hondura y más comercialización. A la Razón Incorpórea, siempre con mayúscula, García Lorca llamaba duende, el mismo Federico, que cuenta Mairena organizaba con Manuel de Falla festivales flamencos, una equivocada intentona de creer que gitano y jondo llevaban los mismos caminos.
Las confesiones de Antonio Mairena
Edición preparada por AIberto García Ulecia. Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla 1976. 196 páginas.
El gitanismo que se pierde
A cada paso, la pena por el arte que se pierde: excepciones honrosas, «ya no queda nadie en Alcalá que interprete sus cantes ... », es «cuando yo empezaba a ser cono cido como Antoñito el de Rafael o el Niño de Rafael, precisamente cuando se inicia el declive del gitanismo en Mairena, hasta llegar a lo poco que queda actualmente», « ... ya se notaba entonces en los gitanos nuevos la pérdida irreparable del cante de Triana, que llegaría a la total desaparición y no sería más que lo que actualmente es: casi una simple leyenda»; «Hoy apenas queda nada. Los gitanos y gitanas nuevos ya tienen puesto un pie en el estribo de la pérdición de su aire inconfundible ». Citas sin réplicas pero citas del optimismo por ese arte que el propio Máirena confiesa haber sacado del olvido, o de la pérdida definitiva, Más que confesiones de Mairena, serían confesiones del cante puro por un protagonista esencial. Y no solamente del cante; difícilmente las memorias se convierten en testimonio actualmente; hay mucha prisa por narrar y poco que decir, o mucho que ocultar. Mairena es testimonio por sí mismo. Para la historia del cante, imprescindible. Para la historia interior de Sevilla, igualmente. Y para la historia de España, no solo en lo que al espectáculo concierne. Habla de la guerra, la época: «Eran unos años duros, llenos de angustia y de miseria, en un ambiente alucinante de señoritos marchosos, pícaros, militares y mujeres de la vida, en la que me ocurrieron un sinfín de cosas que hoy pueden parecer de pesadilla.»Para Mairena es historia lo que él conoce, lo que sabe o lo que interpreta. Inicia el libro con una «Breve historia del cante», para entrar en la materia y evitar la confusión. A mi razón corpórea se le ocurrió dejarlo para el final, pensando en la historia fría del dato y el nombre, pero era casi tomar la historia desde el final y volver atrás, siempre de la mano de Antonio Mairena.
Evocación emocional y verídica, testimonio de hallazgos y pérdidas, razones y optimismos exigibles por la pureza de un cante casi perdido. Y un duende magnético en la conversación pausada de Mairena, una charla imborrable en torno de la pureza perseguida: «Ahora pienso que siempre, hasta en los nomentos de mayores dificultades, me he visto guiado por la reluciente estrella del optimismo, a veces enigmática, invisible e impalpable». Mairena, puro en el cante, puro en la palabra.
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