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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gobierno: suspenso en economía

DESPUES DE dos semanas de incesantes reuniones de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos y en un clima de expectación inusitada, que según todas las noticias ha agravado la especulación contra la peseta en los mercados internacionales, el Gobierno aprobó el pasado viernes, 18 de febrero, un plan de actuación económica cuya divulgación se retrasó, por razones desconocidas, hasta el martes siguiente.Ese día, el ministro de Hacienda convocó a los informadores en la sede de su Departamento para leerles durante un cuarto de hora unas cuartillas de tono vago y contenido excesivamente, general, una vez hecho lo cual se despidió cortésmente sin permitir que se iniciara el menor diálogo. Pues bien, todos los indicios apuntan a que cuando este número de EL PAIS esté en manos de los lectores, se habrán aprobado ya las primeras medidas concretas destinadas a poner en práctica el plan del Gobierno. La pregunta que todo el país, y nosotros con él, se hace es: ¿qué significa ese plan?

La primera característica destacable del mismo es su naturaleza un tanto extraña. Estamos, en efecto, ante un híbrido que combina una descripción retrospectiva de la economía española en los últimos lustros, un ejercicio de previsión de las grandes magnitudes económicas en el año 1977, con un catálogo, más bien voluntarista, de las posibles políticas realizables a medio y corto plazo, con el fin de sacar a la economía de la grave crisis en que se encuentra desde hace más de dos años.

Del primer aspecto, contenido fundamentalmente en la «introducción» y en los dos primeros apartados del «análisis del nuevo ordenamiento económico español» del programa, conviene decir muy claro que no creemos tarea apropiada para el Gobierno el hacer historia económica o el dejarse llevar por la tentación de convertir las poltronas ministeriales en cátedras de teoría o estructura económicas. Lo propio de un Gobierno con problemas acuciantes es hacer política económica; y por su capacidad para diseñar la aconsejable en cada situación y de instrumentarla con éxito debe ser juzgado. Por añadidura, el diagnóstico de los males de nuestra economía, con el cual estamos fundamentalmente de acuerdo, nada tiene de original. Todo lector que haya seguido estos nueve meses de vida de EL PAIS podrá recordar expuestas en nuestras páginas muchas de las tesis que ahora el Gobierno hace suyas, y algunas que no ha estimado oportuno recoger.

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Por otro lado, y dentro de ese tono de acierto general que preside el análisis histórico, no podemos silenciar errores de bulto que dejan un tanto inquieto al lector informado. ¿Cómo puede formularse como objetivo la consecución de «un ritmo medio de crecimiento real en las exportaciones del 7 % anual», cuando desde 1968, por ejemplo, nuestras ventas ole bienes y servicios en el exterior han superado ampliamente esa tasa, con la excepción de 1974 y 1975, y en el año recién terminado las estimaciones provisionales muestran un crecimiento también superior al señalado por el Gobierno? ¿Pretende éste detener el crecimiento de la economía al intentar «conseguir que el incremento de las importaciones. no supere el 3 % anual», o es que sus asesores ignoran las más elementales relaciones que ligan crecimiento del producto con incremento de las importaciones?

Esta impresión de inseguridad a nivel técnico se prolonga al examinar el cuadro de objetivos marcados para la, economía en 1977. El pasado miércoles, y en nuestras páginas de economía, hacíamos un análisis rápido de las interrogantes básicas que el cuadro macroeconómico suscitaba. Tres días después, en nada tenemos que modificarlas.

Pero es en el apartado de «acciones a iniciar de inmediato por el Gobierno» donde se centran nuestras principales dudas. Las numerosas «actuaciones» en que aquéllas se materializan presentan, en nuestra opinión, aspectos claramente criticables.

Están, en primer lugar, las medidas que son repetición de otras acordadas en ocasiones anteriores y que, sin saber por qué, todavía no se han puesto en práctica. Ello sucede con la liberalización de los tipos de interés, la libertad de instalación de industrias, el control de los precios de los artículos declarados «básicos», la implantación de precios reales para la energía, o el control del gasto y la eficacia de la Seguridad Social.

Otras suponen actuaciones contradictorias con los principios generales de economía de mercado y supresión de intervenciones administrativas admitidos como normas rectoras del funcionamiento de la economía. Así, la persistencia del régimen de precios autorizados y de vigilancia especial.

En otros casos hay actuaciones que no requieren su plasmación en el Boletín Oficial y que podrían ser iniciadas de inmediato; por ejemplo, la flexibilidad de los créditos a corto plazo del Banco de España, que éste podría iniciar mañana mismo.

Están también las medidas que no pueden calificarse en absoluto como de política económica y que difícilmente repercutirán en la solución a corto plazo de los problemas, tal y como la transformación y adaptación de las organizaciones y entidades asociativas agrarias.

¿Y qué decir de aquéllas otras que son ridículamente ineficaces o revelan un deseo de aparentar que todo ha sido tenido en cuenta? En este capítulo se incluyen el propósito de agilizar la compra de productos españoles libres de impuestos, por los extranjeros, o el riego asfáltico de las carreteras.

Para concluir, en ciertos casos se presentan como medidas a realizar de inmediato lo que son tácticas dilatorias de problemas fundamentales, léase la reforma fiscal o la libertad sindical.

Nos agradaría sinceramente equivocarnos, pero mucho nos. tememos que el plan económico no vaya a resolver nada y sí a empeorar bastante; no sólo por el paso del tiempo, sino también por las esperanzas que había despertado la posibilidad de que, por fin, y después de ocho meses de casi absoluta pasividad, los ministros económicos del Gobierno, Suárez se decidieran a tomar en serio la grave crisis que azota al país. No ha sido así y lo lamentamos por el país, por el presidente Suárez, y por los propios ministros.

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