El terror y el secreto
EL GOBIERNO mantiene la censura oficial sobre los atentados terroristas de Atocha y el asesinato del joven Arturo Ruiz. El Gobierno, que ha declarado tales hechos delictivos materia reservada, lo que en realidad está haciendo es someter a censura las informaciones que de sobre ambos casos se puedan. obtener. En efecto, noticias del más diverso género han trascendido a los medios informativos sobre estos hechos y noticias que sólo pueden proceder de fuentes oficiales o directamente ligadas a las investigaciones. Los periódicos nos vemos imposibilitados de informar sobre ello. El pretexto que el Gobierno aduce es dar más facilidades a las operaciones de la policía, pero en un Estado democrático la policía y el Gobierno deben acostumbrarse a trabajar con libertad de prensa y garantizando los derechos de los ciudadanos. Una argumentación en contrario es una argumentación paternalista y totalitaria.Existen indicios evidentes de que alguien quiere arrojar una manta de silencio sobre la escalada de violencia padecida por este país recientemente. Un año después de Vitoria, casi un año después de Montejurra, dos meses después de Oriol y más de treinta días después de Atocha, todo lo que se conoce son explicaciones confusas. El Gobierno no puede ir a unas elecciones generales sin explicar si cree verdaderamente o no que ha habido una conspiración contra el Estado, quiénes la financiaron y quiénes la protagonizaron. Y la aparición de un arsenal y una fábrica de armas del fascismo internacional contribuye a aumentar las dudas y los temores. ¿Quién dio carta de residencia en este país a personas acusadas de hechos tan graves como la fabricación de explosivos, el asesinato y el terror? ¿Desde cuándo funcionaba esta fábrica de armas? ¿Quiénes son los otros españoles detenidos? ¿No se había investigado antes sobre el señor Sánchez Covisa? ¿Por qué es la Guardia Civil y no la policía gubernativa, competente en el casco urbano de Madrid, la que realiza el servicio? ¿No se preveían las represalias de los guerrilleros de Cristo Rey, sucedidas ayer en la universidad? ¿Quiere el Gobierno que le recordemos cuántas veces la prensa, con meses de antelación, ha denunciado la existencia de una internacional del terror negro operando impunemente en este país? ¿Cuántas veces se han dado nombres y apellidos, hasta direcciones, en las páginas de periódicos y revistas? ¿Lo sabía el Gobierno?,¿Leía los periódicos? ¿Hacía o no hacía caso? Si lo hacía, ¿por qué esta tardanza en actuar? Si no, ¿qué explicación puede damos?
Pero el Gobierno no parece decidido a dar muchas explicaciones. Decreta censuras, pide auxilios, promete libertades, monta ruedas de prensa, que lejos de aclarar las cosas las confunden más y más. Desde la calle del Correo acá, desde la calle del Capitán Arenas acá, desde el asesinato del almirante Carrero acá, terroristas profesionales de la extrema izquierda y de la extrema derecha han sembrado el terror en un país atónito no ante la incapacidad de impedir lo imprevisible, sino ante la falta de explicaciones que el Gobierno ofrece cada vez que suceden estas cosas.
¿Sabremos alguna vez los nombres? Los nombres no sólo de los que disparan: de los que pagan, de los que permiten, de los que callan. ¿Podrá soportarlo este país? El país puede soportarlo; lo insoportable, en cambio, es esta permanente sensación de secreto y miedo, de incredulidad que cada día nos envuelve. El terrorismo es un mal de nuestro tiempo, al margen a las ideologías y los regímenes. Los gobernantes tienen derecho a nuestra comprensión, pero no tienen derecho a abusar de ella.
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