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La educación actual es anacrónica

Alberto Moncada, sociólogo de la educación

«Si un maestro del Madrid de los Austrias, probablemente un clérigo versado principalmente en latín y filosofía, volviese hoy a la vida, se encontraría asustado y confuso frente a un quiosco de periódicos, un receptor de televisión o un centro de computación de datos. Pero respiraría aliviado al entrar en un colegio cualquiera de la capital donde vería hacer, a unos y a otros las mismas o parecidas cosas que él y sus pupilos hacían hace cuatro siglos.» Este panorama de una actividad educativa inadecuada al tiempo en que vivimos es el que expresa Alberto Moncada, doctor en derecho, ex miembro destacado del Opus Dei, fundador de la Universidad de Piera (Perú), en su último libro Sociología de la educación.Alberto Moncada contó a EL PAIS que su trayectoria personal ha sido una trayectoria frente al autoritarismo. El centra su investigación y estudios actuales en el hecho educativo. ¿Por qué? Porque «la sociología de la edifcación -explica,- trata de esclarecer las relaciones sociales que se producen con ocasión del fenómeno educativo. No sólo entre profesores y alumnos, sino entre lás distintas clases de personas e instituciones que tratan de hacer prevatecer sus puntos de vista sobre esta actividad y servirse de ella para diversos y con frecuencia contradictorios propósitos. Entre ellos hay políticos, legisladores, empresarios, sindicalistas, eclesiásticos y, por supuesto, pedagogos».

Hay unos hechos ciertos y claros para el sociólogo de la educacion: «Sólo el 10% de las profesiones son gratificantes para el individuo -asegura el señor Moncada-. El resto de la actividad humana se mueve entre la rutina y la desilusión. Y esto supone un fracaso del proceso educativo. No se educan generaciones para la libertad de expresión ni la alegría de vivir, sino para el sometimiento al sistema, para la cadena producción-consumo.»

Alberto Moncada va más lejos e incluso asegura que «la profesión de maestro es un anacronismo histórico», cosa que irrita a profesionales de la educación que conocen su pensamiento. La razón de ello es que, según él, «los profesores son personas al servicio de la élite familiar, con el objetivo de lograr que los niños sean buenos y dóciles.

No hay sistema docente en el mundo, ni en Occidente ni en la URSS ni en Pekín que sea capaz de subvertir el orden vigente. ¿Cómo va a financiar un sistema político una educación que le ponga en entredicho? Sin embargo, lo paradójico se torna real y la plasticidad humana hace posible que el niño se mueva, que sucedan cosas y que la gente se rebele.»

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