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Tras el Festival de Cine de Belgrado

El Festival de Cine de Belgrado ha concluido sin grandes sorpresas, con el ritmo pausado que cabía esperar de una manifestación oficial, auspiciada por el Gobierno yugoslavo y con arreglo al plan previsto en todas y cada una de sus secciones. Entre las actividades complementarias cabría destacar una mesa redonda, a cargo de la UNESCO, en la que han intervenido numerosos especialistas mundiales, sobre La juventud y el cine. Entre las últimas proyecciones ha destacado, a gran distancia del resto, el Novecento, de Bertolucci, todavía desconocido en nuestro país (esperamos que no por mucho tiempo), que fue presentado mundialmente en el pasado Festival de Cannes. Hay mucho que decir de esta película amplia y llena de fuerza militante -más de cinco horas y mecia de proyección-, que no esquiva los riesgos ni oculta: su intención partidista a favor del PC Italiano, por medio de una historia densa en personajes y acontecimientos cuyo auténtico protagonista es el pueblo de la región emiliana (cuna del director) y su lucha contra la opresión fascista. Bertolucci no sólo ha logrado una obra ambiciosa, sino algo más difícil: conseguir un filme popular y apasionante, que le permitiera salir del infierno del Ultimo tango en París -obra espléndida, pero también claustrofibica- y conectar con los espectadores normales.

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