Escalada en Italia de la estrategia del terror
El presidente del Consejo de Ministros, Giulio Andreotti, escapó el fin de semana a un atentido terrorista. El tren en que regresaba a Roma desde Reggio Emilia en el norte del país, iba a coincidir con otro tren, proveniente del Sur, en la segunda estación ferroviaria de la capital, Roma-Tiburtina. Si los siete cartuchos de dinamita colocados en un retrete de este segundo tren hubieran estallado, se hubiera registrado una matanza más grave que la del tren Italicas, en agosto de 1975, que costó la vida a catorce personas.
Una llamada telefónica anónima entre Nápoles y Roma permitió evitar el atentado cuando faltaban sólo dos minutos para que la resistencia dé cobre conectada al reloj prendiera fuego a la mecha. En una nota remitida a la prensa, la organización fascista Ordine Nuovo, que se había responsabilizado inicialmente del atentado, desmiente su implicación en el mismo. La nota precisa que si hay que verter sangre, que se verterá, será la de los servicios de la dictadura democrática y de sus cómplices. En el vagón se colocó donde se colocó la bomba se encontraron numerosas octavillas con la inscripción: «Vengamos la injusticia.» Para alternar el cuadro de las fuerzas políticas y alarmar, sobre todo, a la opinión pública, grupúsculos políticos fuera del juego democrático han abierto una nueva fase de la estrategia de la tensión o del terror. En la misma noche del sábado al domingo, el grupo Lucha Armada para el Comunismo lanzó cócteles Molotov dentro del parque de automóviles del Ministerio del Interior. Dos horas después, estalló un maletin ante el portal de la comisaría de San Lorenzo, un barrio popular romano. Al mismo tiempo, otro, artefacto estalló ante un cuartel de carabineros en Monte Mario, y un paquete explosivo fue neutraliza do ante una Caja de Ahorros. De madrugada, Lucha Armada por el Comunismo se atribuyó el atentado contra el automóvil 124 del fascista Osvaldo Ciardo. Ninguna víctima. En los comunicados enviados a los diarios, o abandonados en cabinas telefónicas, se lee que se lucha contra una sociedad profundamente in justa y egoísta.
En Milán, un grupo neonazi, Nuevo Fénix firmó un atent-ado contra una sede del Partido Comunista. Los tres kilos de dinamita, que no llegaron a estallar, podían haber destruido el edificio, donde viven cuatro familias.
A la criminalidad política se anade la común. En Dalmine, cerca de Bérgamo, un delincuente obedece a un alto de la policía de tráfico y mata a quemarropa a los dos agentes, de 32 y veintisiete años ,respectivamente. Intervino otra patrulla, que dio muerte al agresor, Antonio Furiano, de 38 años.
Hace dos semanas, después de una cumbre de secretarios de los partidos políticos que sostienen a Andreotti, el Parlamento concertó una serie de medidas, que el Gobierno tiene todavía que aplicar. Todas las fuerzas políticas han vuelto a insistir sobre la urgencia de adoptarlas. Según declaraciones del socialista Bettino Craxi, la estrategia de la tensión es consecuencia de la debilidad de los poderes públicos, a quienes les falta la clara visión del peligro de un plan subversivo.
Por su parte, el subsecretario del Ministerio del Interior ha calificado la actual situación de «estado de emergencia». También ayer, en el aeropuerto romano de Fiumicino, una llamada telefónica avisó de la inminente explosión de una bomba. La falsa alarma, como, se comprobó después de una minuciosa investigación, bloqueó durante más de dos horas todos los servicios de la terminal aérea.
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