Carter inicia su mandato con un discurso moralizante y liberal
Después de más de dos años de tenaz campaña electoral, James Earl Carter junior, 52 años, un granjero del profundo Sur, ajeno al establishment de Washington, se convirtió ayer en el presidente que inicia el tercer siglo de la historia norteamericana. La creencia en la perduración del sueño americano, una llamada a la paz mundial y al desarme atómico, y la preocupación por las violaciones de los derechos humanos en el mundo fueron los puntos más destacados, de su discurso inaugural.
Carter, con la mano izquierda sobre la Biblia y la derecha levantada, pronunció a mediodía de ayer, en las escaleras del Capitolio, ante el presidente del Tribunal Supremo, la tradicional fórmula de 35 palabras con la que todos los presidentes, desde George Washington, han jurado sus cargos. Hasta el clima se puso a favor del 39.º presidente de Estados Unidos: que pudo tomar posesión de su puesto en una mañana soleada y a una temperatura de cero grados centígrados, en contraste con las semanas anteriores, en que la media en Washington había rondado los cinco y seis grados bajo cero durante el día, para acercarse a los veinte bajo cero por la noche.
Miles de turistas llegados de los cincuenta estados de la Unión, se apiñaron en las aceras de la avenida de Pennsylvania, la avenida de los presidentes, para vitorear a Carter, primero en su viaje acompañado por Ford, desde la Casa Blanca hasta el Capitolio y luego en su retorno, ya como presidente, hasta la tribuna desde la que presenció un desfile de más de dos horas de duración.
El «sueño americano» permanece
En su discurso inaugural, de apenas quince minutos, Carter dijo que la ceremonia de su juramento marcaba un "nuevo comienzo y un nuevo espíritu entre todos nosotros. El sueño americano permanece -añadió- y debemos tener de nuevo total confianza en nuestro país. Creo que América puede ser mejor y que vamos a ser más fuertes que antes. Nuestra nación puede ser fuerte en el exterior, sólo si es fuerte en el interior, y sabemos que la mejor manera de ampliar la libertad en otros lugares es demostrar aquí que nuestro sistema democrático es digno de emulación".
"Para ser sinceros con nosotros mismos -dijo Carter en su primer discurso como presidente- debemos ser sinceros con los demás. No debemos violar en el extranjero las normas que respetamos aquí, porque sabemos que la confianza que ofrece nuestra nación es lo esencial de su fuerza".
"Somos un país idealista, pero que nadie confunda el idealismo con la debilidad. Porque somos libres, no podemos ser nunca indiferentes al destino de la libertad en cualquier lugar del mundo. Nuestro sentido moral nos dicta una clara preferencia hacia aquellas sociedades que mantienen, como nosotros el respeto por los derechos humanos de la persona. No buscamos intimidar, pero es evidente que un mundo que otros pueden dominar impunemente sería inhabitable para la decencia y una amenaza para el bienestar de todos los pueblos".
"Este año -continuó Carter- avanzaremos un paso más hacia nuestra última meta: la eliminación de todas las armas nucleares de la Tierra".
Tras expresar su confianza en que, cuando termine su mandato presidencial, pueda decirse que Norteamérica suprimió las barreras raciales y religiosas, fortaleció el papel de la familia, "base de nuestra sociedad" y recuperó el orgullo del pueblo respecto a su Gobierno. Carter se refirió a una paz mundial "basada no en las armas, o en la guerra, sino en una política internacional que refleje nuestros valores más preciosos". En cuatro ocasiones durante su breve discurso -1.400 palabras- el nuevo presidente norteamericano empleó el término "nuevo espíritu". Las primeras opiniones de los especialistas califican el discurso como moralizante y liberal.
La guerra de Secesión ha terminado
El speaker de la Cámara de Representantes, Thomas O'Neill, tomó juramento al vicepresidente, Walter Mondale, antes de que lo hiciera Jimmy Carter. Por primera vez en la historia de Estados Unidos, un presidente utiliza su diminutivo familiar en la fórmula del juramento. El nuevo presidente dijo: "Yo, Jimmy Carter". Durante toda su carrera política prefirió ser llamado Jimmy (Jaimito) a James. Y aunque otros presidentes tuvieron diminutivos, como Ike Eisenhower, no los utilizaron para prestar el solemne juramento.
El ex presidente Ford apareció sonriente en la tribuna instalada en las escaleras del Capitolio. Cuando su sucesor empezó su discurso, agradeciendo a Ford lo que había hecho por el país, éste se emocionó visibleménte, entre los aplausos de las 15.000 personas que presenciaban el acto. Una vez que Carter, que vestía un traje oscuro, ya que se negó a vestir el tradicional frac y sombrero de copa con que juraron sus últimos antecesores, pronunciara su juramento con voz firme y apariencia tranquila, sonaron las salvas de ordenanza, que anunciaron al país la torna de posesión de su 39.º presidente y primero de origen sudista desde el presidente Taylor, que juró su cargo en 1849. Para la prensa norteamericana, la elección de Jimmy Carter no supone sólo el fin de los ocho años de Nixon-Ford, en los que el país atravesó una grave crisis, sino que significa el definitivo cierre de las heridas de la guerra de Secesión, que enfrentó a los estados del Norte con los del Sur, hace más de cien años.
Por la noche, Carter y Mondale se alternaron en su asistencia a siete fiestas, que se celebraron simultáneamente en Washington para celebrar la vuelta de los demócratas a la Casa Blanca. Hoy, Carter iniciará su trabajo con un grave problema en su mesa de despacho: cumplir su promesa de amnistiar a los desertores de la guerra de Vietnam en la primera semana de su presidencia. El domingo, el vicepresidente Mondale iniciará un viaje por Europa y Japón. En el lado republicano, Ford se dedicará a jugar al golf y escribir memorias. Rockefeller, a sus negocios, alejado de la política, y Kissinger dará clases en la Universidad de Georgetown. Si estos cambios suponen, o no, el inicio de una nueva era, aún es pronto para afirmarlo.
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