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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Los hijos de los vencedores

Un rasgo notable de las dos últimas décadas del franquismo fue la incorporación de hijos de los vencedores en la guerra civil a las filas de los partidos derrotados en la contienda. No resulta fácil establecer la magnitud de ese desplazamiento, pero sí que es claramente superior al viaje en la dirección inversa de los hijos de los vencidos, pese a que en este caso no fuera la cárcel o la discriminación, sino los beneficios del poder lo que aguardaba al final del trayecto.Las explicaciones de esa migración política varían según el enfoque utilizado o la escala de valores aplicada. Naturalmente, los celadores de la Cruzada no tendrán mayores dificultades en descubrir las causas: el demonio las lecturas peligrosas, los malos amigos, los vicios secretos o el resentimiento, que operan sobre una naturaleza humana francamente propicia a los descarríos. Del lado de los derrotados, los muy desconfiados pudieron temer en su día que se tratara de una infiltración. y los simplemente precavidos, recordando tal vez las quejas de Engels sobre la tendencia de los estudiantes socialdemócratas a pasar directamente de soldados rasos a generales, se limitarán a distinguir entre arribistas, aves de paso y convencidos.

Los que se preocupan por las motivaciones psicológicas más ocultas mencionarán el simbolismo del parricidio ritual, el componente de culpa y expiación de los tránsfugas o la transformación en su contrario de los terrores nocturnos infantiles. Los propios interesados, por aquello de que la benevolencia bien entendida empieza por uno mismo, resaltarán posiblemente los aspectos conscientes de sus decisiones basadas en razones éticas o en análisis racionales. También quienes prestan mayor atención a los marcos sociales de las acciones individuales echarán su cuarto a espadas, y no siempre en términos favorables. La deserción puede interpretarse como un lavado de conciencia de la oliarquía a través del gesto de sus hijos, parte de los cuales terminarán por regresar al redil, o cono una forma más de permanencia en el Poder de unos grupos a través de la continuidad de los mismos apellidos, ahora defenores de otras opciones políticas pero unidos a su antigua clase a través de una tupida red de vinculaciones familiares y amistosas.

El reciente desenterramiento le los hechos de guerra que más lolorosamente pueden herir la nemoria dé quienes perdieron en os desórdenes de la retaguardia republicana a familiares y amigos confiere un mayor interés a un aspecto lateral de esa migración generacional. ¿Cómo han hecho compatiblesclos hijos de los vendedores sus compromisos militantes en el seno de la izquierda con el recuerdo de una guerra civil en la que sus padres, hermanos, abuelos u otros parientes próximos encontraron la muerte, a veces en las tapias de un cementerio? Porque no se trataba sólo de superar el pasado de forma teórica. En las organizaciones socialistas o comunistas, el azar podía muy bien mezcIar a un hijo le la derecha franquista con un responsable militar o de orden público del bando republicano.

Por lo demás, en buen número de casos las personas neutrales que habían conocido al familiar fusilado testimoniaban que ese atroz final no fue una represalia por delitos de sangre de los que la víctima hubiera sido anteriormente culpable. Las ideas políticas conservadoras, la militancia en un partido de derechas, el nivel de renta la profesión o Incluso el apellido podían ser el único considerando de la condena a muerte. En la mayoría de las ocasiones las sombrías circunstancias de esas ejecuciones sin juicio previo aumentaban la sensación del absurdo de tales sacrificios. Las sacas en las cárceles de Madrid. Barcelona o San Sebastián produjeron durante los primeros meses de la guerra, en los momentos de pánico colectivo previos a la recuperación por el Estado republicano del monopolio de la violencia, miles de fusilamientos que en otros lugares de la zona leal o en épocas posteriores, no se hubieran llevado a cabo.

Los hijos de los vencedores se preguntaban, así, por la razón de esas muertes que habían enlutado su infancia. Antes habían podido comprobar de forma directa desde dentro del sistema, la inutilidad de esa sangre derramada: los negocios suculentos, los privilegios medievales y el cinismo eran la realidad que se escondía tras los ideales por los que habían perdido la vida sus familiares. También habían llegado a conocer la otra cara oculta por la censura de la luna: la feroz represión institucionalizada del franquismo durante la guerra y la posguerra produjo un número muy superior de víctimas con el agravante de que los supervivientes o los huérfanos de la zona republicana tuvieron que luchar contra el hambre y la discriminación y masticar en silencio su derrota.

¿Quienes eran los responsables de todas esas muertes? Aunque se pudiera llegar a conocer la identidad de los componentes de los piquetes de ejecución, ese dato se insertaba en una cascada de responsabilidades. complicidades y silencios que abarcaban íntegramente a cada uno de los bandos. El trabajo «sucio» en una guerra (o en un Estado) no absuelve de responsabilidad colectiva a los afortunados que sólo han realizado trabajo «limpio».

Pero la indagación no terminaba ahí. Porque los que iniciaron el conflicto que desató aquellas pasiones homicidas fueron quienes se levantaron en armas contra la Constitución republicana a la que habíanjurado lealtad. Muchos combatientes del lado franquista pudieron creer honradamente que la insurrección militar tuvo carácter preventivo y que se adelantó en pocas semanas a un golpe de Estado comunista. Ningún historiador serio Itiede defender hoy esa tesis, sospechosa y mimétiicamente utilizada. casi cuarenta años después por los asesinos de Allende y de miles de chilenos.

Pero tampoco se trata, ahora. de hablar de los orígenes de la guerra civil que a su vez remiten al trasfondo de explotación económica y caciquismo electoral que dominó al país durante decenios. Simplemente desde la perspectiva de los hijos de los vencedores que militan ahora con los vencidos, la responsabilidad de aquella sangría no recae sobre los hombres que físicamente empuñaron las armas homicidas o dieron las órdenes de hacerio, sino sobre el impersonal juego de fuerzas que puso en funcionamiento un sistema social injusto, incapaz de alimentar, educar y permitir vivir en paz y concordia a los millones de seres de carne y hueso alos que se resume con el nombre de España. En última instancia, los muertos de la guerra civil son la trágica .cosecha que sembró durante la Restpuración una clase dominante dispuesta a identificar sus dividendos y sus privilegios con la patria y a utilizar la represión para mantener en la miseria a las clases populares cuyas reivindicaciones turbaban la tranquiljdad de los poderosos.

Que los muertos entierren a los muertos. Porque muertos históricamente están, aunque sigan emborronando las páginas de los periódicos otros cuarenta años quienes no extraen del cataclismo de la guerra civil más enseñanzas que sus sangrientos censos. Y que los vivos. hijos de los vencedores y de los vencidos, se preocupen de impedir la reaparición de las causas que hicieron inevitables aquel conflicto y aquellas muertes.

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