Los impresores británicos pidieron ayer la publicación de "The Times"
La fuerza adquirida en Gran Bretaña por los sindicatos de impresores se ha puesto de relieve una vez más ayer cuando al abrir la puerta de casa por la mañana nos encontramos con las acostumbradas botellas de leche junto al escalón, pero sin nada sujeto entre las dos. The Times, que suele ocupar normalmente ese puesto de honor, no se veía por ninguna parte. Llamamos por teléfono a la tienda de periódicos y nos dijeron que The Times no había salido hoy a causa de una huelga.
Pusimos la radio -que da un boletín de noticias cada treinta minutos las veinticuatro horas del día- y supimos en seguida la causa: uno de los sindicatos de impresores, la National Graphical Association (NGA) se había negado a imprimir un artículo escrito por David Astor, antiguo propietario del prestigioso dominical The Observer, y la dirección de The Times se había negado a sacar el periódico en forma mutilada.La radio llamó entonces por teléfono a David Astor para preguntarle cuál era el contenido del artículo. La voz de Astor, al otro extremo de la línea, explicó que trataba precisamente de las huelgas que declaraban y los obstáculos que ponían de vez en cuando los sindicatos de impresores para entorpecer o impedir la publicación de periódicos cuando, por la razón que fuese, lo creían conveniente para la defensa de lo que consideraban como sus intereses. En este caso particular, los impresores no estaban de acuerdo con que se publicase el artículo y se negaron a imprimirlo.
Una actitud valerosa
Tal actitud demuestra -arguyó Astor- que lo que él decía en el artículo era verdad. En otras palabras, que queda invalidada la libertad de prensa si el director de un periódico no puede publicar lo que desea, sino que tiene que andar con pies de plomo para no herir las susceptibilidades de sus empleados.Tras elogiar lo que llamó la valerosa actitud del director de The Times al preferir no sacar él periódico que sacarlo de manera distinta a la que había proyectado, David Astor agregó que él había tenido en sus tiempos problemas parecidos con The Observer.
Pero la situación -agregó- es peor ahora porque no sólo persiste el problema de los impresores, sino que además ha aumentado de tal forma la influencia del sindicato nacional de periodistas (NUJ) que ya no todo el mundo puede escribir artículos libremente en los periódicos, como antes, sino que han surgido una serie de condiciones restrictivas que tienen el efecto de disminuir la calidad de las colaboraciones, puesto que el número y variedad potencial de los articulistas se ha reducido.
La revelación de David Astor por la radio del contenido del artículo censurado por los trabajadores ha provocado una agitada controversia entre los oyentes de la emisora London Broadcasting Company, que han estado llamando al programa todo el día para exponer sus propios puntos de vista, unos a favor y otros en contra, de la acción de los impresores. En estas circunstancias uno se pregunta si tal acción puede ser de alguna utilidad, ya que el contenido del artículo ha llegado ahora al conocimiento de mayor número de personas que si simplemente lo hubiera publicado The Times.
En la Cámara de los Comunes, el primer ministro, James Callaghan, fue acusado por la líder conservadora, Margaret Thatcher, de apoyar la censura que el poder sindical ejerce sobre la prensa, al impedir, en palabras de la Thatcher, que salga un periódico si los sindicatos no quieren que se imprima determinado comentario. Margaret Thatcher pidió al premier que condenara estas tácticas de lucha sindical, a lo que se negó el primer ministro alegando que no conocía todas las versiones del problema. Callaghan añadió qué defendía el principio de la libertad de prensa, pero matizó que ha de tenerse también en cuenta la libertad individual, por la cual cada uno puede actuar en defensa de sus intereses. En nombre de ella, dijo, se publican muchas veces informaciones erróneas o totalmente falsas.
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