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La detención del líder palestino Abu Daud compromete las relaciones franco-árabes

El Gobierno de Bonn desmintió ayer oficialmente haber lanzado una orden de arresto internacional contra el dirigente palestino Abu Daud, detenido en París el viernes último por la DST (servicio francés de contraespionaje), apoyándose en la supuesta iniciativa de la República Federal Alemana. Este elemento ha complicado más aún las posibles consecuencias internacionales y franco-árabes en particular de un asunto que se ha producido en vísperas de una nueva reunión secreta entre representantes de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) de Arafat y de Israel, en esta capital.

Abud Daud vino a París al entierro de otro dirigente palestino, Mahmud Saleh, gerente en París de una librería árabe, asesinado la semana última. La delegación de la OLP, con tal ocasión, fue recibida en el ministerio francés de Asuntos Exteriores y en ella figuraba Abu Daud. Fue después cuando, ya en su hotel, el líder palestino fue interrogado primero y detenido más tarde por la DST, que declaró actuar siguiendo instrucciones de la Interpol, intermediario normal empleado por Alemania para ejecutar su orden de detención.Los alemanes, como los israelíes por otra parte, sospechaban que Daud era uno de los «cerebros» más importantes de la operación montada por «Septiembre Negro» en Munich, en 1972, durante los Juegos Olímpicos contra los participantes del Israel y en la que murieron diecisiete atletas. De aquí que, ayer, el Gobierno israelí anunciase que pediría la extradición de Abu Daud.

Desde que fue detenido, las reacciones se multiplicaron en los medios palestinos y el decano del Cuerpo Diplomático árabe en París, Abdel Karim, embajador de Siria, protestó oficialmente en el «Quai d'Orsay» (Ministerio francés de Asuntos Exteriores), declarando además que esta detención constituía un gesto «inamistoso» hacia el mundo árabe. El representante de la OLP resaltó que el hecho podría «repercutir en las relaciones franco-árabes, franco-palestinas e internacionales».

Según se dejó entender ayer en París, en medios bien informados, ni el ministro del Interior, ni el ministro de Asuntos Exteriores, ni el primer ministro, ni el presidente de la República, fueron informados de una detención de la que, por sus dimensiones políticas, tenían que haber sido puestos al corriente de antemano. Ante estas circunstancias se sospecha que la DST, como en el caso de Ben Barka, ha colocado al Gobierno ante el «hecho consumado». La declaración de Bonn, desmintiendo su intervención en el arresto de Daud, que se encuentra en la prisión de Fresnes, no hizo más que agravar esas sospechas.

Las consecuencias, al margen de las que implicaría la actuación «paralela» de la DST, se revelarían serias si el asunto no encuentra una solución apropiada. Francia, en estos momentos, cultiva relaciones múltiples y buenas con los países árabes: el emir Abdallah, de Arabia Saudita, se encuentra en París preparando el viaje que debe realizar Giscard d'Estaing, a finales del mes en curso, a su país. Por otro lado, el ministro del Ejército, Bourges, ha finalizado un viaje a El Cairo, en donde concluyó varios acuerdos relativos a venta de armas a varios países árabes. Beirut, estos días, acoge a una comisión francesa de urbanistas que va a reconstruir la ciudad. En fin, el ministro de Asuntos Exteriores, Guiringaud, tenía en proyecto un viaje al Oriente Medio que anoche nadie podía afirmar si no quedaría en suspenso. Interrogantes similares se plantean al pensar en la continuación de las conversaciones secretas que a lo largo de 1976, mantuvieron en Francia enviados oficiales de Israel y de la OLP.

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