Una comedia "de pascuas"
Existe una vieja calificación, comedieta de Pascuas, que le va a esta obra como anillo al dedo. Francis Veber bromeó, en la gran época del Chacal, con la idea del enmerdador que frustra cándidamente un meticuloso atentado. El tipo es muy viejo pero se refresca con un alegre tratamiento a la italiana y con el hallazgo de la idea del atentado. Todo ello mereció los honores de un buen éxito parisino y una atractiva versión cinematográfica. Es natural. Siempre habrá un sitio para este género espumoso y burlón que, en esencia, coloca al espectador en una situación de superioridad: el sabe y los personajes ignoran.Veber ha explorado, con bastante destreza, las posibilidades de su idea inicial. Un largo y soporífero bache, en toda la primera mitad de la segunda parte, afea la imagen general de la comedia. Pero se mantiene el género. La obra cumple su promesa de divertir. No es poco. Las reglas del juego -admisión irreflexiva del supuesto, ritmo rápido, choques y contrastes entre los personajes implicados-componen un marco de algazara, sin golpes bajos. No se avergüenza uno de sonreír. En las circunstancias en que vive el teatro de humor la cosa tiene su mérito.
El atentado
De Francis Veber. Adaptación: José María López Quiroga. Director: Alberto Closas. Decorador: Santiago Ontañón. Intérpretes: Marta Puig, María Dolores Cordón, Alberto Closas, Fernando Valverde, Manuel Collado, Fernando Delgado, en el teatro Lara.
El ingenioso decorado de Ontañón es realista y funcional. Bastantes problemas quedan solucionados en esa disposición del espacio escénico. Se requiere realismo pero no naturalismo. Ontañón lo ha hecho.
Es comedia, claro está, directamente soportada por los hombros de los intérpretes. Y sucede una cosa curiosa. A pesar del suave giro dado al título de la comedia esta sigue teniendo por protagonismo al enmerdador y no al agente criminal. Fernando Delgado está infinitamente mejor que Closas. Delgado está siempre bien y, en ocasiones, patético y brillantísimo. Alberto Closas, en cambio, lucha con un papel que va a contracorriente de la risueña propuesta de la obra. De nada sirve su permanente retaila de tacos y malas palabras. Predomina la inevitable crispación de su personaje, lúcido y obstaculizado en el desarrollo de su misión. Ahí tironea muchísimo la obra. Pero eso no tiene arreglo. Closas lucha con el aluvión de visitantes y estos tienen una tarea más fácil. Yo diría, de todas formas, que la compañía es muy desigual. Porque Delgado es una delicia, Marta Puig se inventa, con muchísimo talento, un personaje que no existiría sin ella, y el resto de los acompañantes son de flojitos para abajo y solo sirven, tópicamente, a personajes muy opacos. El tirón de Alberto Closas hace prodigios: no puede ir más lejos sin poner en riesgo la comedia. Es la víctima y está forzado a retorcerse sin poder modificar la acción.
Closas es igualmente el director. Brillante dirección. Efectos rápidos, movilidad continua y el viejo y difícil ritmo de los juguetes cómicos. La cosa no vale más. Ni tampoco menos. El atentado es un buen trabajo de profesionales. Algo que se escribe como una limitación. Algo, sin embargo, que se echa muchísimo de menos cuando brilla por su ausencia, como hoy, por desgracia, sucede tantas veces.
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