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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Ahora, en serio

El Gobierno ha conseauido un sí para su ley de Reforma Política, quede antemano tenía ganado. Por ello resulta difícil de en tender el parto de los montes instrumentados al efecto. Nunca habíamos conocido un aparato del Estado neutral, pero la escandalosa manipulación de los medios, y en especial la televisión, que hemos sufrido durante los últimos veinte días, nos sugiere al menos,la duda, de que todo aquello no iba solamente dirigido a dar batallar a la abstención. Porque en términos beligerantes ha planteado, el Gobierno la campaña. Y resulta difícil creer que la postura abstencionista, por sí sola, fuera un enemigo de tan gran transcendencia como para justificar la aparotosidad opera cional desplegada. La abstención no es, en buena lógica, la postura antitética del sí, y hacerla aparecer como el verdadero enemigo a desarmar resultaba incoherente desde una imparcial observación analítica. Todo un ejército pro pagandístico dispuesto a encontrar un enemigo, acababa luchando contra un fantasma. De otro punto, excepto algún grupo marginal, quienes preconizaban la abstención lo hacían desde planteamientos democráticos, cuya divergencia con el Gobierno consistía en el modo de entender el tránsito hacia esa democracia.

J

A. NOGUERA PUCHOLLicenciado en Derecho en Ciencias Empresariales

Pero la lógica de la política es otra. Detrás de las posturas abstencionistas había nombres y partidos. Es de temer entonces que esta masiva campaña. unilateral, parcial anatematizadora del abstencionismo, sufragada con el dinero de todos los ciudadanos. y que ha vendido «democracia» desde una perspectiva harto cicatera, como si de un detergente se tratara, haya pretendido ser el primer acto de la futura campaña electoral. Y aquí, si que no caben bromas.

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Antes del referéndum alguien pudo pensar que se trataba de cumplimentar un requisito poco menos que estrictamente formal. El Gobierno, con hechos masivos y evidentes. se ha encargado de demostrar que desde su perspectiva no era así. Y la duda de que pueda pensar en una similar primera campaña electoral, de la que el referéndum habría sido su ensayo general estremece.

Es obvio que las primeras elecciones en este país serán siempre, con independencia del nombre que reciban, por la fuerza de la lógica y de los hechos. unas elecciones decisivas. y en la práctica constituyentes. Si llegan a producirse sin que sean libres. sin la participación posible de todos los partidos políticos, en igualdad de condiciones y oportunidades, tales elecciones, no sólo no nos traerán la democracia, sino que pueden significar una nueva frustración, esta vez de consecuencias imprevisibles, porque se habría hecho imposible el pacto político necesario para que nuestra democracia sea estable, hoy todavía posible.

Y a estas alturas, ya no se trata sólo del pacto entre Oposición democrática y franquismo. Los restos recalcitrantes de éste no inciden con suficiente importancia en nuestra vida pública. Y las matizaciones son tantas en las filas de ambos que cada una de las dos partes aparece cada día más compleja y tenue la línea que las separa. Emergen al primer plano los verdaderos objetivos políticos que diferencian en cualquier país europeo occidental a la izquierda de la derecha. Y poco puede importar que esta provenga del franquismo (como el Gobierno) o de la resistencia democrática (como parte de la Oposición). En tales circunstancias. nadie ha ganado, ni el Gobierno, ni la Oposición. Ni siquiera se trata de eso. El país requiere clarificación. confianza, y credibilidad en sus gobernantes a niveles nacionales y locales, y eso sólo se logra con los votos, precisamente mediante elecciones libres.

Lo que se está planteando en estos momentos es si en la elaboración de la Constitución, participarán todas las corrientes ideológicas que en el país existen, o el juego político va a quedar nuevamente limitado, esta vez a un espectro más amplio que el de los últimos cuarenta años, pero limitado, en definitiva. Y de ahi la gravedad de que en las esferas del Poder alguien pudiera pensar que se conseguirá una situación política estable sin integrar a todas las fuerzas políticas del país, las fuerzas antagónicas, en definitiva, en la solución transaccional que es cualquier Constitución. Y de ahí la importancia del pacto sobre el proceso electoral al que debe llegar el Gobierno tanto con la comisión negociadora de la Oposición recientemente creada al efecto, como con las fuerzas políticas, tampoco desdeñables. que hoy tiene a su derecha. Pactar el proceso electoral es el único camino para que lo que hoy es todavía "Oposición democrática" asuma las elecciones, entienda la convocatoria electoral como hecho propio, al igual que el Gobierno, y pase a considerarse responsable de un acto de Estado y de un acto de Gobierno: la única manera de conseguir un Gobierno y una Oposición al uso de cualquier país democrático de Europa Occidental. Y a estas elecciones libres, que exigen para poder ser así consideradas la garantía de libre propaganda y presentación de partidos y la fiabilidad de sus resultados, no les ha hecho un buen servicio el desarrollo del referéndum.

El Gobierno no puede pretender que otros asuman unas elecciones si ha pensado reservarse para ellas la mayor parte de las bazas. Y ahí se imponene con bastante evidencia las siete condiciones que la Oposición lleva como acuerdo conjunto para negociar. El Gobierno difícilmente llegará a acuerdo alguno si pretende utilizar, en este interregno hasta las constituyentes, en su único favor electoral, los medios de difusión del Estado con la evidente parcialidad con que lo ha hecho estos días. El Gobierno, por último, haría un flaco servicio al país si persigue tan solo pactar las reglas del juego democrático con lo que se ha dado en llamar Oposición moderada, intentando descalificar a los restantes partidos políticos. como ha hecho con quien ha preconizado la abstención en este referéndum. Izquierda y derecha han de estar integradas en el proceso político del Estado. o cualquier reforma que se pretenda llevar a cabo irá aplazando las soluciones reales que necesitamos, con el riesgo de originar situaciones límite.

Pienso que hay que olvidar pronto el referéndum. En todo caso, no pueden utilizarse como datos decisorios los resultados de un acto, tan parcialmente planteado, y del que hay razones para suponer que tanto quien votó afirmativamente como quien se abstuvo lo hizo con la voluntad de poder conseguir una constitución democrática. Y el Poder debe ser consciente de que está todavía casi todo por hacer. Hay que pactar a marchas forzadas un proceso electoral. Pacto que hoy ya es entre la derecha y la Izquierda. Y si el resultado del referéndum se quiere utilizar de coartada para pretender aplazar soluciones, o como primer acto de la futura campaña electoral, no hemos adelantado nada.

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