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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La tendencia al autoritarismo

Si no al fascismo. pues su coste sería demasiado elevado. el sistema económico-social vigente en Occidente tiende en la actualidad a regirse por fórmulas autoritarias. Este diagnióstico. que se induce de la lectura del informe elaborado por la «Trilateral Commision». en el que han colaborado destacados científicos estadounidenses. europeos y japoneses y que fue publicado al iniciarse el año en curso. quizá comience a ser más, apreciado después de los resultados electorales de dos países europeos. precisamente situados entre los que mejor han resistido los embates de la crisis económica internacional.Tanto la socialdemocracia sueca como la alemana, luego de ejercer el poder durante varios años, han visto descender recientemente su número de seguidores. Bien es cierto que el poder desgasta, pero el análisis debe ir mucho más allá y no limitarse a constatar algo de todos sabido. Entre las muchas reflexiones que ambos resultados han comenzado a promover, no sólo entre alemanes y suecos, sino también en el resto de los socialdemócratas y socialistas europeos, hay una que, a mi juicio, merece una atención mayor. Consiste en estudiar la incapacidad de muchas formaciones de izquierdas europeas para proporcionar a sus seguidores una auténtica alternativa política que dote de sentido a su diferenciación con los partidos de derecha. En un sistema democrático los partidos figuran siempre como soporte de las instituciones y~ mal que les pese reflejan en su organización las malformaciones disfunciones de las estructuras de sus respectivos países. Son partidos anquilosados. que se preocupan más de sí mismos que del pueblo que gobiernan y olvidan que una alternativa de izquierda consiste en algo más que administrar mejoro más honradamente.

FRANCISCO JAVIER BOBILLO

Nació en Orense hace treinta años. Es economista y profesor en la Unirersidad Complutense de Madrid. Colaborador en la organización y desarrollo del Partido Socialista Popular, de cuyo Comité Ejecutivo forma parte.

Es evidente que al reflejar los defectos de la sociedad en que se mueven, los partidos de izquierdas tienden a una progresiva burocratización y abandonan su función de catalizadores del proceso de cambio social que existe en toda sociedad dividida en clases. La tendencia noes achacable a la voluntad de uno u otro dirigente, sino a que, incluso antes de llegar al Gobierno. el partido tiene, que administrarse a sí mismo y el que esto se realice de forma correcta o defectuosa tiene fundamental importancia cara al propio éxito del partido en cuestión. Desde luego que todos los partidos tienen necesidad de un aparato permanente, de un equipo de funcionarios cuyo reclutamiento se efectúa muchas veces atendiendo más a su cualificación y conocimientos técnicos que a una formación política adquirida mediante la experiencia de lucha en la base. Pero en una sociedad cambiante los partidos -sobre todo los de izquierdas- han de revisar su estructura y fijar nuevos objetivos, teniendo muy presentes todos los movimientos s ciales que desean algo más que mínimas reformas. El problema del diseño de una alternativa socialista debe constituir hoy la preocupación inmediata de todos los partidos socialistas europeos, estén o no en el poder. para evitar que el actual adormecimiento continúe proporcionando nuevos votos a las derechas europeas.

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Ocurre. además. que el modelo de desarrollo capitalista no es hoy compatible, como lo fue en otro tiempo, con el equilibrio presupuestario. la paridad de la moneda. el pleno empleo o el equilibrio en la balanza de pagos. No sólo porque el naufragio del sistema monetario internacional haya llevado a una escollera al desarrollo capitalista, sino. sobre todo. porque el modelo es incapaz de atender los deseos y necesidades populares y ofrecer nuevos estímulos al conjunto de la sociedad. Tampoco es compatible con la estabilidad de precios, pues exige la existencia de una continua inflación generada por la doble presión de unas fuerzas sindicales, que no están dispuestas a que sus representados pierdan capacidad adquisitiva. y de tinas fuerzas monopolísticas. nacionales e internacionales, que no renuncian a alcanzar un alto beneficio por sus inversiones. Tales incompatibilidades, que no pueden ser corregidas con los mecarnismos clásicos. están provocando una inseguridad Y una crisis tan graves que la decadencia del sistema sobre el que inicialmente se asentó la democracia comienza, a amenazar. deliberadamente o no, al propio orden democrático. La frase del «capitalismo monopolista de Estado» exige -pues de ello depende su supervivencia- el, dominio del Estado por las grandes empresas monopolistas,y para obtener ese control. acudirán a mecanismos que pueden no coincidir con los democrático- parlamentarios.

Este debe ser la base de reflexión y de ella se deriva la urgencia de los partidos de izquierda europeos -el PC italiano y el PS francés lo están haciendo ya y d e ahí su creciente éxito- para plantear la alterntiva a la crisis e iniciar un período de transición gradual al socialismo. Para esto es menester actualizar y. asumir la teoría marxista. cuyo postulado de que el desarrollo de las fuerzas productivas permanece como alimentador máximo-del proceso histórico es ahora aún más valioso. v estrechar las relaciones con los movimientos sociales de base cuya dinámica de intereses diversos tiende a la formulación del cambio. En España la izquierda puede perder votos por su maximalísmo. pero en 1 Suecia y Alemania acaso los haya perdido por su mininialisnio. El exceso 0 la Insuficiencia en la interpretación de los deseos reales v subyacentes de la sociedad conduce al mismo error político de fondo: o la cautela excesiva en el planteamiento de cuestiones suficientemente maduras para ser acometidas. o el extremismo que no es apoyado por los sectores sociales que se quieren defender. En uno v otro caso teoría y praxis son erróneas conducen a idéntico resultado, precisamente al descrito en el párrafo inicial.

En política. cómo en casi todo, los errores se pagan. pero el cargo se efectúa no en la cuenta más o menos abultada de los partidos sino en el frecuentemente escrito con números rojos saldo popular

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