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Política, religión y muerte

Ángel S. Harguindey

El certamen entra ya en su fase final. Las películas de Manuel Octavio Gómez, Alejandro Jodorowski y Luis Buñuel se convertirán en la traca espectacular del fin de fiesta cinematográfica.

Un numeroso grupo de asistentes a esta segunda semana, entre los que se incluyen los miembros españoles del jurado, firmaron el pasado jueves un comunicado por el que exponen razonadamente su abstención ante el próximo referéndum del día 15. Las razones que alegan los firmantes coinciden, a grandes rasgos, con las expuestas en numerosos puntos de España en escritos similares y que se pueden sintetizar en no considerar suficientemente democrático el mecanismo del citado referéndum.

En ámbitos más específicamente cinematográficos, si hubiera que buscar algunos términos que pudieran resumir por sí solos el cine latinoamericano que se exhibe en esta segunda semana, antes o después llegaríamos a los de política, religión y muerte. Incluso el erotismo, que surge como constancia de estas películas, es un concepto en el que la religión y la muerte condicionan su contenido.

Diversas concepciones del cine político, similares exaltaciones fanático-religiosas y un predominio absoluto de la parca, que en ciertas ocasiones provocan la hilaridad —sobre todo en algunas películas mexicanas, auténticas orgías de lo macabro—, en otras buscan la llamada de conciencia del espectador.

Naturalmente existen excepciones., y una de ellas es sin duda, Los trasplantados del realizador chileno P. Matas, donde el ascetismo formal y el tiempo lento se adecuan perfectamente para transmitir esa sensación de vacío patético de una familia burguesa exiliada del Chile de Allende en París y que acaba por desmembrarse irreversiblemente. Un cine en el que no pasa nada espectacular, en el que la vida cotidiana, añorante de otros vacíos impone su mediocre y universal devenir.

Realizada en Paris, sin actores relumbrantes, en dieciséis milímetros y con muy escasos medios. Los trasplantados es a nuestro juicio, una de las películas más interesantes de la semana. Voto más fúsil, del también chileno Helvio Soto, que posteriormente realizaría una de las películas más dignas de un pretendido cine político. Llueve sobre Santiago es justamente lo contrario: lo cotidiano deviene en burda sofisticación y los actos surgen increíbles y petulantes. Hay frases, declaraciones, que explican por sí mismas todo el quehacer creativo de quien las razona y dice. Soto, tras apuntar que en sus películas hay algo de Antonioni, Visconti y Godard —mezcla difícilmente imaginable por mentes sensatas—elucubra después sobre Blow Up de la que llega a afirmar que «con la anécdota de un fotógrafo que amplía cada vez más una fotografía se plantea una crítica, expuesta con lucidez suficiente, al marxismo contemporáneo». De un desmadre tal como éste sólo pueden surgir desmadres cinematográficos como los mencionados.

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