No hay que pasarse
Ha habido un error de cálculo por parte de quienes proyectaron la campaña que puede provocar efectos contrarios a los pretendidos. A principios de diciembre, las invitaciones al voto que el Gobierno proponía al pueblo causaron sin duda buen efecto. La propaganda estaba dosificada y cabía en la lógica más elemental que desde el Poder se intentase despertar la conciencia cívica de la gente, nada acostumbrada a que le hablasen de democracia, soberanía y voto popular. Pero en estos últirnos días se está perdiendo toda mesura. El frenesí propagandístico alcanza cotas que pueden llegar a irritar al ciudadano convertirle en un ser inmune a todo reclamo. Mucho más si, como es de temer, se acelera en espiral la intensidad de la campaña ante la proximidad del día 15. Tras ese día clave nos parecerá que en un país extrañamente silencioso. Barcelona, 8 diciembre
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