Algo cambia en la filosofía del país
Sobre la cubierta del libro de V. Camps Pragmática del lenguaje y filosofía analítica hay una banda suplementaria en la que figura como reclamo publicitario: «... algo está cambiando en la fílosófia del país» (del prólogo de J. Muguerza). Siendo la frase de alguien que ha contribuido de muchas maneras a lo que él mismo describe, merece la pena reseñar el libro de V. Camps desde la óptica del cambio cuyos aires refrescan o intoxican -según con qué, pulmones se respire a la mayoría de los celtibéricos.Nos encontramos ante la prirnera aportación sistemática española a la síntesis de un punto de vista, perspectiva o paradigma, a lo que parece emergente en la consideración del lenguaje: el punto de vista pragmático. Pero restringido a la filosofía denominada «del lenguaje ordinario», y aun dentro de esta corriente, a dos autores (autores clave, no lo olvidemos): Wittgenstein y Austin. Con un intento, al final, de aplicar los resultados obtenidos al análisis de lenguajes específicos. Lo anterior diferencia el trabajo de V. Camps de otros enfoques pragmáticos (o praxeológicos) sobre el lenguaje como el de V. Sánchez de Zavala Indagaciones praxiológicas sobre la actividad lingüística (Madrid, Siglo XXI, 1975). Con ello introduce la autora un punto de referencia inevitable en la dinámica del pensamiento español. No hace mucho han aparecido dos libros que comparten con el de V. Camps el ser, bien el comienzo, bien el replanteamiento de ciertos enfoques dentro de nuestras fronteras. Me refiero a Una epistemología para el marxismo (Madrid, Akal, 1976), de L. Martín Santos, y a Mundo, hombre y lenguaje crítico, de A. Ortiz Osés (Salamanca, Sígueme, 1976), Al primero le falta -yo diría que escandalosamente- la perspectiva lingüístico-semiológica; al segundo, la pragmática (por más que la «mencione» no la «usa»). La significación del libro de V. Camps reside, precisamente, en resaltar o, mejor, consistir en lo que acabamos de acusar como falta. Ello no obsta para que la perspectiva en que se sitúa V. Camps pueda ser enriquecida en diálogo crítico con la tradición marxista en la que se inserta la contribución de Martín Santos, y con la hermenéutica que trata de presentar Ortiz Osés. Tradición marxista visceralmente pragmática, perspectiva lingüístico-semiológica (aquí no se puede silenciar el hecho de el pragmatismo americano funde creativamente lo pragmático con lo semológico) y planteamiento hermenéutico: he aquí los puntos cardinales para un pensamiento abierto (no provinciano o cerril) y crítico (no dogmático o escolástico). Pero vayamos al grano, no acabemos hablando de lo que el libro de V. Camps no es ni pretende ser. Después de una introducción, en la que se sitúa la perspectiva pragmática en el contexto de los enfoques lingüísticos contemporáneos en polémica con la escuela chomskyana, siguen cuatro caps. El primero está dedicado a un íastreo sistemático de los elementos básicos del punto de vista pragmático en Wittgenstein y Austin. El capítulo. segundo es sumamente interesante: discute el problema de la verdad visto desde la óptica pragmática. Para la autora no se trata de que el lenguaje. sea verdadero o falso según la correspondencia semántica, sino que esté o no en orden.
Pragmática del lenguaje y filosofía analítica,
de Victoria Camps.Barcelona. Ediciones Península, 1976.
A partir del capítulo tercero se aplican los resultados teóricos conseguidos a diferentes formas o juegos de lenguaje sin abandonar la búsqueda de logros teóricos específicos. El intento es de los más prometedores que se hayan hecho desde una metodología estrictamente filosófica. Pero -por eso he subrayado en seguida revela sus limitaciones. Lo veremos a través de un rodeo. La autora critica la consideración del lenguaje filosófico por parte de Wittgenstein (y Niezstche) como anormal, pues no habría juegos normales y anormales. Utiliza a Wittgenstein contra Wingenstein. Habría una incoherencia o aporía. Pero al no profundizar aquí ni la posición de Wingenstein ni la suya propia quedan claras. Wittgenstein, en efecto, descalifica -así lo parece a veces- el lenguaje filosófico como anormal, como un caso del lenguaje que funciona en el vacío pragmático, fuera de contexto, un lenguaje de vacaciones. V. Camps no está de acuerdo y argumenta que todo lenguaje tiene su pragmática, siendo la del filosófico explicitar intencionalidades ocultas. Esto es apoyarse en el concepto de «juego de lenguaje», donde el lenguaje aparece como parte de una actividad (social, no hay lenguaje privado) cuya intencionalidad pragmática comparte. Lenguaje filosófico de las más altas calidades metafísicas (aparentemente descontextualizados) pueden ser vistos desde bases wittgensteinianas como cumpliendo una función social práctica (ideológica en términos marxistas) en una forma de vida dada. Esto no aparece en la discusión de V. Camps.
La autora nos dice al principio que pretende hacer ver la inevitabilidad del enfoque pragmático del lenguaje. Esta inevitabilidad nos ata a todos. Pero pasa por otra: la de reconocer en la práctica la vinculación histórico-lógica (teórica) del enfoque pragmático con el pragmatismo americano y el marxismo cuyo tratamiento de la dinámica social no ha sido aún superado.
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