Petróleo y Parlamento británico dos desacuerdos entre Francia y Gran Bretaña
Dos problemas particularmente espinosos se interponen en este momento en la «entente cordiale» de Londres con París: el de las elecciones por sufragio universal para la formación del Parlamento europeo, empresa asumida por el presidente Giscard d'Estaing para afianzar su prestigio «europeo», y el del «frente común» petrolero, que Estados Unidos está tratando de impulsar en Europa por medio de Gran Bretaña y de Alemania Federal, ante la manifiesta reticencia de París.En lo que se refiere al Parlamento europeo, el Gobierno del señor Callaghan ha supeditado la fecha recientemente decidida por la CEE para el sufragio (fines de 1978) a la aprobación del Parlamento británico, y ha sugerido incluso que los comicios en Gran Bretaña podrían no realizarse «al mismo tiempo» que en el restó de la Comunidad.
Tal actitud, que en principio contó con el visto bueno de Giscard d'Estaing -quien deseoso de concretar el plan no quiso presionar a Londres para evitar su oposición abierta a la fecha marcada- ha desatado, sin embargo, fuertes críticas por parte del gaullismo que contrario en realidad al proyecto parlamentario de fondo está acusando ahora al presidente de haber tolerado la «arbitrariedad» británica. Giscard d'Estainj trata por tanto de que Callaghan si expida cuanto antes sobre las elecciones europeas, y así se lo habría reiterado en Rambouillet la semana pasada.
Callaghan, decidido europeísta querría seguramente satisfacer al presidente, máxime en un momento en que un laborista como Rey Jenkins, integrante del sector «moderado» del partido del premier, se apresta a ocupar la presidencia de la Comisión Europea (órgano ejecutivo de la CEE). Pero tanto en las filas del Labour Party como en las del Partido Conservador, tienen aún mucha influencia los sectores antimercadistas. A la hora en que el laborismo dispone de sólo un escaño de mayoría en Westininster, el señor Callaghan no puede arriesgarse a hacer de la fecha electoral europea y de la «coincidencia» de Gran Bretaña con sus socios, un debate que le coloque frente a una crisis de confianza. Su respuesta en Rambouillet habría sido, por tanto: «Mi Gobierno debe frenar antes la caída de la libra y solucionar el problema de las nacionalizaciones.Luego arreglaremos lo del Parlamento europeo.» Un premier en crisis es un difícil aliado para un presidente también en crisis.
Las dificultades en torno al frente petrolero europeo, al que aspira Estados Unidos, habrían sido también acusadas en Rambouillet. La presencia de París en ese frente equivaldría a la destrucción de la política de «independencia» en el Mediterráneo y en Oriente Medio, preconizada por el gaullismo, lo cual podría distanciar aún más al presidente de la UDR, dominada ahora por su ex primer ministro Chirac. Giscard d'Estaing, que en principio estaría de acuerdo en la constitución de un grupo petrolero occidental que sirviera de correctivo a los precios de la OPEP, teme con razón que ese camino termine por escindir a su ya débil mayoría, lo cual redundaría en fa vor de la Unión de la Izquierda dirigida por Mitterrand. Igual que en el caso del Parlamento europeo, tanto el gaullismo como los partidos Socialista y Comunista podrían trasformar el «frente» en la tumba electoral de Giscard d'Estaing en las legislativas de 1978.
Callaghan, por su lado, habría recibido garantías de Washington sobre los precios petroleros que servirían de base al «frente» (alrededor de 8-9 dólares el barril), que le asegurarían a Gran Bretaña la explotación racional» de sus nuevos yacimientos en el Mar del Norte. Su interés en la «integración petrolífera europea» tiene, pues, que haber chocado con el desinterés del Elíseo. Sólo un punto de acuerdo político habría servido para preservar la coincidencia básica que sin duda existe entre el «liberal» Giscard d'Estaing y el «socialdemócrata» Callagahan: el de la reducción de las tropas que Gran Bretaña y Francia mantienen en Alemania Federal, en el contexto defensivo le la OTAN. A principios de octubre, París decidió repatriar 35.000 soldados, y a fines de ese mes Callaghan indicó que podría verse "obligado" a sacar del Rhin a 5.000 París y Londres desean que Bonn se haga cargo totalmente del costo de la ayuda militar francobritánica, que representa un gasto para ambos de más de 1.700 millones de dólares anuales. Si Francia y Gran Bretaña no se unen en un bloque petrolero, se juntarán, ,sí, después de Rambouillet, para hacer frente en común a las presiones y protestas del canciller Schmidt.
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