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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un filme netamente catalán

La ciudad quemada, al margen de su valor intrínseco como obra cinematográfica, pasará a la historia, sin ninguna duda, por ser la primera película netamente catalana, hablada, y, sobre todo, pensada, contada y hecha desde las mismas raíces de lo catalán. (Sí, ya sé que hubo hace años una versión doblada de la castellana Siega Verde y otras producciones catalanas más o menos folklóricas, desde Laia a En Baldiri de la costa, pero nadie -desde una perspectiva mínimamente seria- pensará que se trata de obras catalanas, sino de muestras arqueológicas sin más valor que el anecdótico.)La lengua catalana, por supuesto, es el elemento nuevo de este filme; oír los diálogos es una experiencia inolvidable, y no sólo por su calidad, sino por lo que significa saborear la cultura viva, insobornable y necesaria, de un trozo de nuestro país que nos ofrece el espectáculo cotidiano de una lengua propia, con una tradición más que milenaria, que todos los españoles deberíamos conocer, hablar y escribir, si queremos comprender en profundidad.

La ciudad quemada (La ciutat cremada)

Guión de Miguel Sanz y Antoni Ribas. Dirección: Antoni Ribas. Fotografia de Teo Escamilla. Intérpretes principales: Xabier Elorriaga, Jeannine Mestre, Angela Molina, Adolfo Marsillach, José Vivó, IvánTabau, José Luis López Vázquez, Mary Santpere, Ovidi Montllor.Estreno: Albéniz.

La ciudad quemada debería ser vista en versión original catalana, con subtítulos, única forma de apreciar sus matices sonoros, aunque la copia doblada esté dignamente hecha. Estamos ante una película militante, hecha con pasión y entusiasmo. Sus abundantes defectos e insuficiencias, sus cambios de tono, ritmo y orientación, no llegan a empañar algunos momentos inolvidables, entre los que hay que citar el prólogo, la escena de la fiesta campestre, con la noticia de la muerte de Verdaguer, y, sobre todo, el canto coral.

Antoni Ribas, después de una carrera irregular y casi estrambótica -y no por su culpa- ha sabido encontrar un tema lleno de fuerza épica y vigor popular, que le sitúa de golpe entre los más prometedores creadores de esta época, donde su militancia política puede aflorar sin tantos tapujos como en sus Salvajes de Puente San Gil o los restantes títulos de su filmografía, que deben ser olvidados. La dificultad mayor de esta Ciudad quemada arranca de la misma entraña del género histórico, dividido entre la necesidad de recrear personajes, situaciones y ambientes desaparecidos, y la obligación de hacer creibles y veraces a estos ilustres figurones. Ribas ha querido y sabido construir una obra "política muy claramente comprometida con una actitud revolucionaria. Sus elementos dramáticos -aún los más ampulosos y enfáticos- plantean continuamente un paralelismo más que evidente de la época comprendida entre el desastre de Cuba y la semana trágica, con nuestro tiempo predemocrático. Como película, La ciudad quemada es más que discutible, pero corno muestra apasionada de cine político, exponente de bastantes actitudes y planteamientos de los actuales países catalanes es un producto modélico y necesario.

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