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Discusiones sobre el compromiso político de los católicos

Pío XII, todavía manzana de discordia. Marxismo y cristianismo son incompatibles. El convenio Evangelización y promoción humana, organizado por los obispos italianos, se ha clausurado sin que todavía se haya calmado entre bastidores la polémica del caso Bolgiani.Bolgiani es un sacerdote de unos treinta años que enseña historia del cristianismo en la Universidad de Turín. El domingo pasado leyó en una asamblea un informe sobre «los católicos en Italia en los últimos treinta años», en el que acusaba a la iglesia italiana de haberse identificado estos años con el proyecto político de la Democracia Cristiana, y sus escándalos y de no haber sabido, en época reciente, aprovechar la lección del Concilio Vaticano II.

El informe de Bolgiani había merecido al parecer la aprobación del cardenal de Turín, Michele Pellegrino, quien defendió públicamente la seriedad científica y la honestidad intelectual del profesor.

Polémico, sin embargo, ha estado L'Osservatore Romano, órgano oficioso del Vaticano, para el que resultan en particular, ligeros y superficiales los juicios sobre Pío XII. Anteayer el diario ponía en guardia sobre «el riesgo de perder de vista el valor sustancial de una tan amplia panorámica sobre las diversas y concomitantes conotaciones de la iglesia italiana, abandonándose a superficiales datos de crónica». Tachando el informe de «desentonado», el artículo vaticano aprovecha la ocasión para precisar que la mayoría de la comisión que estudió las relaciones entre cristianismo y marxismo «ha rechazado la hipótesis de que se pueda distinguir el momento ideológico del operativo, reservando sólo al primero la incompatibilidad con el cristianismo». «Hoy por hoy -concluye el autorizado artículo- la visión marxista sigue siendo totalizante, no sólo a nivel teórico sino también a nivel práctico, tanto es así que cuantos entran en los movimientos marxistas, persuadidos de poder mantener su inspiración religiosa, terminan luego, por un proceso insensible pero fatal, por perder su connotación cristiana.»

El convenio eclesial, -aunque sus diez comisiones de estudio hayan discutido a puertas cerradas-, ha sido «abierto y libre». Los 1.750 participantes, incluidos 150 periodistas, (1.200 hombres y más de trescientas mujeres, de las cuales 268 laicas y 43 religiosas) han discutido de los problemas más candentes para el católico en la sociedad actual: fe y política (relaciones con la Democracia Cristiana, pluralismo de opciones, superación del concordato de 1929, la participación de católicos en «la nueva izquierda»). Sobre la familia (aborto y anticonceptivos), mundo del trabajo y pobres y marginados.

Ningún documento final establece o fija axiomas o doctrinas. Simplemente se recogen de cinco a diez «puntos dominantes» que sirvan de «promemoria» o traza en la conducta práctica de los católicos.

Abiertas a discusión han quedado las opiniones, en cuanto al viejo problema de la participación de los católicos en la política.

Se ha invocado «una laización de la Democracia Cristiana que permita una diáspora de los católicos a la búsqueda de nuevos valores». Hay quien ha hablado de «una opción socialista (dada la inconvertibilidad de la Democracia Cristiana) que conduzca a la formación de un nuevo bloque histórico, en el que participe el Partido Comunista ltaliano». El teólogo Lombardo Pino Colombo, amigo y consejero del Papa, ha insistido, por el contrario, en la doctrina tradicional de unidad política de los católicos, apelándose a un documento de los obispos lombardos que propone como «absoluta la unidad política de los católicos».

De las demás comisiones se ha pedido sobre todo dos cosas: que los católicos pasen de la uniformidad cultural al «pluralismo de las culturas» y que la iglesia sea mucho más radical en revisar ciertas obras (educativas, asistenciales, escolares) pasadas de moda y que no privilegian a los pobres.

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