El viaje del Rey a Francia

EL VIAJE del Rey a Francia ofrece un saldo positivo. El diario Le Monde encabezaba su último editorial con un título a medio camino entre el propósito y la realidad: Hacia el fin de la anomalía española. Giscard acoge al Monarca español que «ha puesto su reinado bajo el signo de la libertad ». Lo que interesa a Occidente, ante todo, -conviene recordarlo- no son las libertades de los españoles, sino el equilibrio en la Península Ibérica. Lo que ocurre es que Occidente cree, empíricamente, que no hay estabilidad efectiva sin democracia formal. Tal es, en esencia, la razón del cambio operado respecto a España cuando la dictadura personal se ha visto sustituida por una Monarquía que promete una situación constitucional equiparable a las de la Europa democrática. Giscard juega, abiertamente, a apoyar la nueva etapa española, y espera obtener contrapartidas importantes a la hora de concursar por el liderazgo del continente.La importancia de las relaciones hispanofrancesas es algo que está fuera de duda, aunque no sea más que por razones de mera vecindad. Hay no obstante un conjunto de factores que, en nuestra opinión, deben ser tenidos en cuenta a la hora del balance de la visita real al país galo.

Parece clara la necesidad de evitar que se repita el espectáculo del siglo XIX y buena parte del siglo XX en que España era un simple escenario de la pugna de intereses entre Francia e Inglaterra. Que nuestro país no pueda, por muchas razones, sustraerse a ser objeto de influencias en el ámbito del gran conflicto ideológico-estratégico que enfrenta a las superpotencias mundiales, es algo probablemente inevitable. Pero sí está en nuestras manos impedir que España vuelva a ser ese vergonzante escenario que fue en la pasada centuria.

A la hora de recabar, directa o indirectamente, apoyos exteriores al proceso interno de democratización se debe poner un cuidado extremo; se debe, en concreto, hacer un planteamiento global de nuestra política exterior, que sea el que determine la conveniencia o inconveniencia de una decisión concreta. Francia, cuyos Gobiernos, en los últimos años, han apoyado moderadamente la incorporación de España a Europa, es, sin embargo, el país más intransigente y duro cuando se ha tratado de fijar las condiciones económicas que hubo y ha de negociar España para los acuerdos comerciales bilaterales con la Comunidad Económica Europea.

Por eso nos parece positivo el viaje del Rey. Pensamos que los acuerdos establecidos, de mantener contactos periódicos a nivel de Jefes de Estado benefician la oposición española en Europa, y son un gran paso en la ubicación internacional a nivel de iguales de la Monarquía española. El Rey, una vez más, ha sido el mejor embajador de nuestro país y aparece como el verdadero conductor del proceso de cambio político.-