No hay subordinación a las decisiones colectivas
Tres conclusiones provisionales pueden sacarse después de haber discutido con altos funcionarios de la Alianza Atlántica los problemas inherentes a una eventual entrada de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte: 1) la soberanía de las naciones que la integran se conserva en un grado razonablemente elevado después de veintisiete años de existencia; 2) la participación española no tiene por qué producir ningún aumento significativo del presupuesto y gasto de defensa, en contra de lo que vulgarmente se cree, y puede, por el contrario, facilitar modelos y soluciones para una defensa de España más racional y efectiva y, por tanto, más económica; 3) la contribución española más apreciada por la Alianza sería la que España pudiese aportar en la defensa del espacio marítimo y aéreo del flanco suroeste de Europa, no desechándose la aportación en efectivos terrestres, en una época de escasez de fuerza en hombres.La apreciable transparencia de las discusiones mantenidas durante dos días en Bruselas ha permitido a este corresponsal madurar y educar sus ideas sobre problema tan importante para España, que, quiérase o no, está puesto ante la mesa del presente Gobierno y debe ser explorado y aprovechado al máximo, en virtud de las cláusulas contractuales del tratado de amistad y cooperación con los Estados Unidos. Aquella transparencia contrasta, a juicio del autor, con la opacidad y confusión en que se ve envuelto el tema, y los aspectos informativos del mismo, en España, hasta extremos como negar una información que es, por su naturaleza, de carácter público (1).
Fundamentemos hoy la conclusión número 1. No existen fuerzas de la OTAN, sino fuerzas de los países que pertenecen a la OTAN; tampoco existe un presupuesto de defensa de la OTAN, sino la suma de los presupuestos nacionales. El comandante supremo aliado, general Haig, no tiene bajo su mando a ningún soldado europeo, y sólo puede contar con ser obedecido por los soldados norteamericanos en Europa, en su calidad de comandante de las fuerzas americanas en Europa. La programación de la defensa depende de las naciones miembros. El deber de los miembros es, exclusivamente, el de asignar determinadas fuerzas para el caso de defensa común, viéndose obligados entonces a poner esas fuerzas bajo el mando del comandante supremo aliado.
Si esa es la idea básica de la OTAN como organización defensiva, debe decirse de inmediato que el componente militar no es, con mucho, el predominante. Como dijo un alto funcionario de la Secretaría, «me siento inclinado a creer que el deterrent político es más importante que el deterrent militar». Aquél no es más importante que la voluntad política de mantenerse unidos, a pesar de las diferencias internas y de afrontar en conjunto las potenciales amenazas.
La voluntad política se cuaja sobre un complicado sistema de intercambio. El primer nivel de este sistema está constituido por los mecanismos de información, día a día, entre los quince miembros, representados por los funcionarios menores de las respectivas misiones; este primer nivel se alimenta del sistema de comunicaciones e informaciones púbIicas y políticas, que fluyen desde los parlamentos y desde los zobiernos de todo el mundo. Sobre este nivel se establece el de consulta, a cargo de los «segundos» de las respectivas misiones, que son los que formulan y conrastan opiniones. El nivel superíor está constituido por el Consejo del Atlántico Norte, en el que los representantes permanentes realizan una tarea de coordinación y los ministros de asuntos Exteriores de decisión.De decisión, si es que quieren. porque, según dice el informe Harmel, de 1967, «como estados soberanos, los aliados no están obligados a subordinar sus políticas a la decisión colectiva». Sólo se llega, por tanto, a la acción común, después de centenares de intercambios y consultas bilaterales. Y aun de la acción común, cualquier país puede sustraerse, por no decir que puede vetarla.
Ni siquiera en un terreno tan crítico para la seguridad colectiva como la planificación de las fuerzas nacionales, la alianza tiene capacidad decisoria. Son los diversos comandantes de la OTAN los que deben dirigirse, bajo las instrucciones del consejo, a los Gobiernos para exponerles las previsiones sobre requerimientos de fuerzas e indagar a su vez la capacidad de los planes nacionales de defensa de adaptarse a aquéllos. Sólo cuando se han definido los requerimientos de fuerzas y se los ha contrastado con las contribuciones de cada país se formulan los objetivos militares reales.
(1) Habiendo solicitado EL PAÍS el texto del discurso de clausura del curso 75-76 del Centro de Estudios de la Defensa Nacional, pronunciado por el director del mismo en un acto público, en el que el redactor presente sólo pudo tomar notas parciales, se le comunicó que «el «director no considera pertinente la entrega del texto de su discurso». El discurso, en el que se apreciaba cierta fresca enjundia, si se lo compara con las exposiciones de años anteriores, en igual ocasión, fue tratado con interés por EL PAÍS. El CESEDEN ha decidido no publicar este año el discurso.
Habiendo solicitado EL PAÍS información sobre un curso en torno a España y la OTAN, que se celebraría en el CESEDEN, se le comunicó al redactor encargado que era imposible facilitarle información. Precisamente por los superiores intereses de la patria EL PAÍS se dirige a los lugares donde la información surge con más generosidad.
Habiendo solicitado un redactor de EL PAÍS al gabinete de prensa del Ministerio del Ejército un informe técnico sobre los criterios que informan la actual política de servicio militar (informe espontáneamente ofrecido por su autor, sujeto a la autorización superior), el silencio ha caído sobre la petición.
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