El recuerdo de Chelepín
La visita de Boris Mijailovich Ponomarev a Gran Bretaña transcurre en un ambiente hostil, incluso dentro del propio laborismo, anfitrión del encargado por el Comité Central del PCUS de las relaciones con los partidos comunistas.Las protestas contra Ponomarev recuerdan las que se produjeron en abril del año pasado contra Alexander Chelepin, entonces benjamín del Politburó y enemigo de Brejnev. La caída de Chelepin se había acordado de antemano, pero las manifestaciones hostiles contra su persona sirvieron oficialmente para culparte de haber provocado (?) insultos contra él, que era lo mismo que decir contra la URSS.
Ciertamente, las circunstancias internas de la URSS que rodearon a Chelepin y en las que se desenvuelve la visita de Ponomarev son difeerentes, pero con un punto común: Brejnev, que se desembarazó de Chelepin (perdió todos sus cargos) no pondría reparos a la purga de Ponomarev, no tanto por su caida sino por la derrota que supondría para el grupo de Suslov, la ideología intransigente enemiga de ciertas medidas emprendidas por Brejnev.
Las carreras políticas y propagandísticas de Mijail Suslov y Boris Ponomarev van unidas, desde que ambos hombres entablaron amistad en la Universidad del Estado de Moscú hacia el año 1926, contacto que se amplió por motivos profesionales (propagandísticos) cuando Suslov y Ponomarev pasaron a dirigir respectivamente las publicaciones Pravda y Bolchevik al principio de los años cincuenta.En la actualidad, cuando el próximo cumpleaños de Brejnev, en diciembre, supondrá altas cotas de culto a la personalidad y los hombre- de la mafia del Dnieper acceden imparablemente a los altos puestos (el último fue Morgun como suplente del secretariado), el grupo intransigente de Suslov y Ponomarev ve mermadas sus facultades de actuación, sobre todo el último que espera ansiosamente entrar de titular en el Politburó desde 1972.
De todas formas, la visita a Gran Bretaña de un representante soviético, cualquiera que sea su estado de salud política, tiene importancia y revela el interés soviético por la política británica, que para Moscú es desde su ingreso en el Mercado Común, en 1973, una garantía de europeismo y una baza que pierde Estados Unidos. Esta es la personalísima opinión de la URSS, independientemente de que sean laboristas o conservadores quienes gobiernen, como quedó de manifiesto tanto en la visita de Heath como en la de Wilson a la Unión Soviética, y prueba del interés soviético por Gran Bretaña fue el acuerdo que firmó el ex premier laborista sobre la cooperación política entre los dos países, aun cuando tiene un alcance menor que el concluido entre Francia y la URSS. Todavía hay una visita pendiente de Brejnev a Londres, fijadas en 1975.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.