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Tribuna
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Francia y la defensa europea

La evolución del pensamiento defensivo francés está saliendo a mitad de camino de las necesidades españolas, ablandando la dura disyuntiva planteada en tiempos de De Gaulle, entre una opción atlantista y una opción independentista, que con fuerza desigual tiraban en los años sesenta de los gobernantes españoles.Se está observando un acercamiento de las tesis independentistas francesas a las atlantistas. Como piedra de toque, corno clave del arco, se eleva ahora una idea para toda Europa, la idea de una fuerza europea integrada, como cooperadora privilegiada de la alianza americana. Se trataría de llenar de fuerza y coherencia interna la cooperación defensiva entre los países europeos miembros de la alianza, que se hallaría vis a vis con Estados Unidos como una unidad y como un sólo aliado, mucho más fuerte que los trece países europeos que hoy son, sin remedio, aliados menores de Estados Unidos.

El presidente francés ha sido claro en señalar la caducidad de viejos conceptos; las consecuencias de esa revisión han correspondido, prudentemente, a otros. Veamos.

Giscard d'Estaing decía el primero de junio: «He pensado, y este pensamiento es compartido por el jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, que... el conjunto de nuestra organización de defensa debía ser concebido para poder librar la batalla, y por esto es por lo que hemos incluido en el vocabulario de la programación este término de batalla, lo que comporta un cierto número de consecuencias prácticas.»

¿Qué consecuencias? 1. No habrá en Europa más que un solo espacio bélico, y el espacio francés estará, desde un principio, incluido en el espacio de la batalla, que será general. 2. Dado que hay un solo espacio, es necesario que exista solamente un conjunto militar organizado sobre este espacio. Clarísimo. No existe en Europa un espacio de batalla exclusivo de Francia; la batalla en el espacio europeo afecta a Francia y a cada uno de los países europeos. Para ganar la batalla, cualquier manual de ciencia bélica aconseja disponer de una organización militar que, bajo un punto de vista orgánico, pueda aprehenderse como única. El acercamiento entre Francia y la OTAN, que comparten el mismo escenario de una misma batalla, no puede ser sino un corolario. Inútil decir que, derivando las consecuencias, las ideas del «santuario francés» intocable a riesgo de un ataque nuclear galo contra el agresor, debe sufrir una revisión. Para el presidente francés, este planteamiento equivale al «todo o nada», la intangibilidad absoluta o el aniquilamiento. «Creo que el todo o nada en materia de defensa -ha dicho Giscard- corre el riesgo de no ser creíble. »

¿Y cuáles son las consecuencias que a los subordinados del presidente toca desarrollar? Oigamos al por él aludido jefe de Estado Mayor del Ejército, general G. Mery: «Me parece difícil concebir una defensa europea totalmente independiente de una alianza americana, en el entendido de que una Europa unificada permitiría sin embargo, encontrar en esta nueva alianza un mayor equilibrio que dentro de la OTAN, donde el peso de Estados Unidos es sin duda demasiado preponderante. »

Las violentas y valientes protestas del contralmirante Sanguinetti y otros gaullistas contra estas ideas no son sino la confirmación de que los verdaderos creyentes no admiten más que la pureza de la doctrina, rechazando el libre examen y las reformas que los no creyentes encontrarían como salvadores y positivos. ¿Un gaullismo para Francia en exclusiva? Imposible, porque el santuario francés no está aislado del escenario europeo de la batalla. ¿Un gaullismo para Europa, Europa como unidad defensiva independiente? Tampoco, al parecer de Giscard; ésta es una idea con mala fortuna; ¿no fue esto lo que la Asamblea General francesa enterró en 1954, al votar contra la comunidad europea de defensa? Entonces, ¿una defensa europea integrada, en alianza con Estados Unidos, y descansando en el disuasorio nuclear francés y británico, como garantía y detonante de la intervención nuclear americana en defensa de Europa? Tal es el fermento de interrogantes que deja la evolución del pensamiento de defensa francés, interrogantes que no encuentran aún su respuesta en Europa. ¿Tiene respuestas España? De seguro que no. ¿Por lo menos, tiene sus propios interrogantes?

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