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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El camino hacia la Alianza Atlántica

EL MARIDAJE entre España y la OTAN no parece hoy demasiado problemático. En menos de un año -se asegura en Bruselas- España se sentará a la mesa de la Alianza. Y las recientes declaraciones del general jefe del Alto Estado Mayor sobre la conveniencia de nuestra Inclusión en la Alianza son reveladoras a este respecto.Existen, sin embargo, algunas resistencias, sobre todo por parte de Holanda y de los países escandinavos, aunque -según un técnico del Comité de Defensa de la organización- «exclusivarnente formales. En cuanto se hayan hecho las primeras elecciones democráticas en España -apun tó- el camino quedará totalmente despejado».

Entretanto, ciertos sectores políticos de la OTAN parecen muy interesados en ir fomentando ya -para emplear las palabras que el general Haig habría dejado caer durante su última conversación en Madrid- «una conciencia internacional sobre la necesidad e inminencia de la incorporación española".

¿A qué se debe tal urgencia? A juicio de los expertos europeos, a dos clases de razones: las militares y las psicológicas. Por un lado, tras la entrada en el Mediterráneo occidental del portaaviones soviético Kiev y del agravamiento de las tensiones entre Grecia y Turquía, la Alianza reconoce definitivarriente su situación de debilidad en la zona. Sólo España puede contrarrestarla. Por el otro, el anuncio del Ingreso de España podría contribuir a suavizar las exigencias de Grecia y Turquí respecto de Bruselas.

Existirían, además, otros dos objetivos, mas importantes

1) Obligar a la Unión Soviética a modificar su esquema estratégico en el norte de Africa, tal como a comienzos de este año lo habría alterado en relación con Portugal, cuando Moscú convino con Washington su «retirada» de Lisboa a cambio de cierta libertad de acción en Angola. 2) Comprometer en el proceso de fusión España-OTAN, sin posibilidad de marcha atrás, a determinados grupos españoles y norteamericanos que aún se muestran reacios al plan, y no precisamente por motivos políticos, sino diplomáticos y, por encima de todo, económicos. La perspectiva de una gran apertura política de Madrid hacia el Este, que se traduciría fundamentalmente en adquisición de mercados importadores y en una nueva fuente, de suministro petrolero a precios «políticos» (a cargo de la URSS), y los gastos que la entrada de España en la Alianza supondrían para el país, han podido crear «imprevistamente» una ola de dudas en el Gobierno de Suárez.

A juicio de los expertos de la Alianza, esas «dudas» españolas se habrían acentuado más durante las últimas semanas a causa de dos circunstancias: a) la URSS habría hecho saber que el restablecimiento de relaciones hispanosoviéticas depende del mantenimiento, por parte de España, de una política de «independencia» formal en el Mediterráneo, la cual podría conciliarse con las bases norteameri canas en la Península, pero no con su presencia en la OTAN; b) los primeros resultados del estudio presupuestarlo iniciado por el Gobierno del señor Arias para determinar el peso económico de la incorporación, a corto y mediano plazo, habrían sido considerados como «alarmantes» por varios ministerios -civiles- del actual Gabinete. Según datos extraoficiales, el costo Inmediato de la operación, medido en «adaptación» de las Fuerzas Armadas hispanas al contexto logístico de la OTAN, en creación de nuevos sistemas de comunicaciones y en compra de material de guerra, oscilaría entre los cuatrocientos y los seiscientos millones de dólares.

No obstante, los especialistas piensan que ese desembolso se podría reducir, y ciertos miembros de la OTAN -entre ellos Alermania Federal- estarían dispuestos a abrir una especie de crédito por unos 500 millones de dólares, avalado por Estados Unidos. En Bruselas se piensa que esta posibilidad habría inducido a Madrid a replantear el asunto y que el Alto Estado Mayor español ha desarrollado ya un nuevo estudio de «adaptación» a la Alianza, que habría progresado mucho a partir de mediados de julio.

En resumen: faltan por aclarar aún algunos «presupuestos" del internacionalismo atlántico español. Pero el diálogo Madrid-Bruselas marcha y tiene, al parecer, continuidad.

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