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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De la objetividad poética

Cuaderno del bosque de pinos,De Francis Ponge. Tusquets, Editor, Barcelona, 1976; 119 páginas.

Los poetas franceses posteriores al surrealismo no gozan de gran audiencia en España. Algunos pertenecieron al gran movimiento y se separaron más tarde. El caso más notable fue el de Paul Eluard, cuya poesía alcanza en su segunda época la delgadez y emoción que apuntaba en la primera. Con todo, a pesar de las deserciones, el surrealismo se convirtió en una referencia obligada. La poesía subsiguiente, quiera o no, es hija de ésta y otra revolución anterior: Baudelaire. Pero el conocimiento de las fuentes no basta para caracterizar el decurso y volumen del caudal poético. La última guerra europea contribuyó a la convulsión del espíritu y a la revisión de estéticas. Ante el impacto, los poetas franceses, conocedores ya de la fuerza creadora de la libertad, optaron por replantearse la imagen de las cosas y su coherencia, el mundo. Al mismo tiempo, como algo inseparable de sí y del no-yo, fijaron su atención en la palabra. Mediante ella, el surrealismo pudo entrar en los recovecos del hombre. Ahora servirá para exorcizar o exprimir la realidad. Henri Michaux la usa como un conjuro contra lo real amenazante. René Char, otro disidente, la parte como un pan. Saint-John Perse la convierte en un acto litúrgico, mientras que Milosz la eleva a oración. Y si la Tour du Pin anuda en ella lo natural y sobrenatural, Pierre Emmanuel, discípulo de Pierre-Jean Jouve y gran propulsor de la joven poesía francesa, descubre allí el eco, a menudo anterior a la voz, de la historia.

Francis Ponge participa también de esa revisión y búsqueda verbal. Sin embargo, su poesía no se atiene fácilmente a clasificaciones globales. En primer lugar, porque él mismo niega que sea un poeta a la usanza. Se cree diferente. En De la nature morte et de Chardin podemos entrever los hilos. de su engranaje poético.

La naturaleza, como el espíritu, tiene su propio orden. El poeta no puede dirigirlos, contra lo que creía Apollinaire, pero sí puede, mediante ciertos mecanismos, amanerar o presentar su actuación. De otro modo, los objetos de un cuadro, su actividad, son independientes de la estructura que el pintor les ha otorgado en una naturaleza muerta, por ejemplo. Buscar la disposición que mejor convenga a la real, como si todo tendiera en la naturaleza a su posición de reposos, será un imperativo poético para Francis Ponge. Poético y vital, pues el hombre no escapa, según él, a esta tendencia. Busca el lugar de su propia muerte.

La objetividad es, por tanto, el calificativo apropiado a su postura poética. Para conseguirla, se basará más en las diferencias que en las analogías. Si éstas son interesantes, dice en el segundo tomo de Le grand recueil, su obra completa, lo son menos que aquéllas. Lo que importa es la cualidad diferencial. Con estas reflexiones,. Francis Ponge penetra de lleno en la poesía metafísica, por otra parte existencial.

El Cuaderno del bosque de pinos (1940-41), extenuante confirmación de un método, señala los dos o tres procesos requeridos para obtener esa objetividad: tratamiento serio en el acercamiento al objeto y exactitud de la expresión. Aquí, en el rigor expresivo -distingue entre conocimiento y expresión- es donde encontramos propiamente la diferencial de su poesía. Las palabras de un poema pueden alternar su puesto o función en un conjunto estructurado, igual que la posición de los pinos cambia según el rumbo que el poeta haya seguido en su paseo por el pinar, en La Suchère, aldea de Haute-Loire. Poema y pinar, inmutables, pero cambiantes, sufren variaciones acordes al cambio de perspectiva o temperatura emocional: la que impone el objeto contemplado.

De este libro se dijo que trataba de poetizar el hecho mismo del nacimiento de un poema. Algo de eso hay, pero el propio autor lo ha negado, afirmando que era una tentativa de asesinato de un poema por su objeto. En el fondo, un esfuerzo denodado para asir con palabras la resbaladiza anguila de la realidad.

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