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La Monarquía desea establecer un nuevo entendimiento con Hispanoamérica

El Rey don Juan Carlos ha venido a estas tierras no a pedir como antaño lo hicieron muchos de sus antepasados, sino a ofrecer. Por primera vez en muchos años, el Jefe del Estado español ha reconocido que las relaciones de España con los países latinoamericanos no pueden seguir basadas en ese desconocimiento mutuo que durante años ha persistido, falsamente arropado en la retórica de los pueblos hermanos y el concepto manoseado de la hispanidad.El Monarca definió ayer en Cartagena de Indias un nuevo concepto de hispanidad, basado en un destino comunitario, en el que los pueblos colaboren con igualdad e independencia mutuas. La madre patria es un concepto que ya pertenece a la historia, y hoy debe hablarse, de comunidad de pueblos que por sus características, tradición y lenguaje común buscan una forma de colaboración más acorde con las relaciones entre las naciones en el mundo actual.

«La acción común que necesitamos con urgencia -dijo don Juan Carlos ayer en el discurso conmemorativo del 12 de octubre, pronunciado en el salón del Ayuntamiento de Cartagena- comienza indefectiblemente por el conocimiento mutuo. No podemos seguir teniendo apenas nociones sumarias y a veces erróneas de nosotros mismos. El conocimiento lo más completo posible de nuestras tierras y nuestras gentes, nuestra historia y nuestra actualidad, debe estar en la base misma de las enseñanzas que recibimos».

El Rey había empezado sus palabras refiriéndose a dos «españoles colombianos, ejemplares de nuestra raza»: Jiménez de Quesada y Blas de Lezo, símbolos de profundidad y fortaleza. «Ambas virtudes -dijo el Rey- nos serán muy necesarias con el decisivo giro de la historia universal que estamos viviendo, porque la primera es garantía de nuestra identidad y la segunda, el fundamento de nuestro vigor en las acciones futuras».

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Necesidad de una colaboración más intensa entre los pueblos hispánicos

Viene de la página primeraENVIADA ESPECIAL, El Monarca se refirió más adelante a que «en el mundo de hoy, en el que hacen oír sus voces bloques de naciones perfectamente independientes, pero ligados entre sí por lazos de diversa especie, los países hispánicos como tales aún no ocupamos la posición que corresponde a nuestro pasado y a nuestras presentes y futuras necesidades».

Afirmó que sin entrar en detalles de la cooperación económica, comercial y financiera entre nuestros países en la Península Ibérica, América y Filipinas, tanto presente como futura, era necesario organizar el trabajo común con un sentido solidario y un espíritu de tenacidad y realismo, y expresó su deseo de que la comunidad de los pueblos hispánicos se organizasen cada día más en torno a la misión que corresponde a su ser comunitario.

«Para esta tarea -finalizó-, España está siempre dispuesta. Cuál ha de ser su misión en esa actuante comunidad y cuáles son los servicios que hayamos de rendir a los demás, lo sabéis mejor vosotros que nosotros mismos. España no quiere definir ni limitar sus contribuciones posibles, porque lo único que quiere, simplemente, es participar, convivir con vosotros día a día.»

Palabras de Michelsen

Con anterioridad al discurso del Rey, el presidente de Colombia, Alfonso López Michelsen, había pronunciado unas palabras en las que puso de manifiesto el orgullo de los americanos de descender del tronco común hispánico. Con una bella prosa, el presidente se refirió a las leyes de Indias, establecidas por los primeros colonizadores como modelo jurisdiccional con plena vigencia.

Fue recordando que la reforma agraria que ahora se intenta estaba ya plasmada en aquellos textos, que la finalidad del Pacto Andino de restringir las inversiones extranjeras estuvo ya contemplada en una cédula real que establecía ciertas limitaciones en la compra de las propiedades de los nativos.

Añadió que en las leyes de Indias ya se contemplaba la semana de 47 horas, y que las relaciones entre la Iglesia y el Estado fueron entonces modelo al que hoy es necesario acudir. En suma, indicó que el Estado de derecho estableció por las leyes de Indias fue el más humano que conoció el continente americano, el más flexible, pensado no para subyugar a los ciudadanos, sino para estar a su servicio.

«Celebro -dijo el señor López Michelsen- que el Rey de España vuelva a ser ahora como en aquellos tiempos, una figura que flota por encima de las tendencias políticas, de los intereses particulares, para estar al servicio del pueblo como velador de la justicia.»

El presidente de Colombia finalizó sus palabras refiriéndose al deseo de que a partir de ahora las relaciones entre la Monarquía española y la República colombiana se basen en un respeto mutuo de las formas de Estado y en una colaboración intensa de dos pueblos que quieren vivir hermanados y en paz.

La exposición de estos discursos en el salón del Ayuntamiento de Cartagena fue el acto más importante a nivel político de la visita de los Reyes a esta histórica ciudad. En medios de la cancillería colombiana consideraron las palabras del Rey como el inicio de una nueva etapa de colaboración entre los dos países «no pensada desde y para España como años anteriores», sino fundada en un reconocimiento de la soberanía mutua y en una colaboración a nivel de igualdad.

Actos de la jornada

Los actos conmemorativos del 12 de octubre se habían iniciado tras el cordial recibimiento a los Reyes en la base naval de Cartagena el día anterior, a las 10 de la mañana, hora local (cuatro de la tarde, hora española) con la entrega de las llaves de oro de la ciudad

de Cartagena a don Juan Carlos por el alcalde mayor, en medio de un numeroso público que vitoreaba a los Reyes a su paso portando banderas colombianas y españolas. Los Monarcas entraron en el recinto amurallado del antiguo fuerte y se trasladaron ante la estatua del almirante Critóbal Colón, donde el Rey depositó una corona de flores.

Tras escuchar los himnos nacionales, interpretados por una compañía militar que les rendía honores, sus Majestades y el presidente colombiano, con sus respectivos séquitos, se trasladaron al Ayunta miento, donde tuvo lugar el solemne acto de conmemoración del 12 de octubre. Finalizados los discursos reseñados más arriba, don Juan Carlos y doña Sofía partieron a una explanada donde hicieron una ofrenda floral ante la estatua de Blas de Lezo.

Rodeada siempre de una colorista multitud, vestida con trajes de vivos tonos, típicos en la costa del Caribe -algunos de ellos en traje de baño debido a que Cartagena es una ciudad de verano con grandes playas y al alto calor reinante (más de 32 grados), la comitiva real atravesó la parte vieja de la ciudad para trasladarse al club naval.

Don Juan Carlos y el presidente Michelsen presenciaron desde el buque 7 de agosto una gran revista naval en la bahía de Cartagena y posteriormente le fue entregado al Rey el bastón de mando del almirantazgo colombiano. Tras un almuerzo en el mismo club naval ofrecido en honor de los Reyes por el comandante de la fuerza naval de Atlántico, almirante Calderón, los Reyes, el presidente de Colombia, su esposa y los séquitos de ambos- presidido el español por el ministro de Asuntos Exteriores, señor Oreja- giraron una vista a las fragatas españolas Cataluña y Andalucía trasladadas a Colombia para la conmemoración de estos actos.

La apretadísima jornada de don Juan Carlos y doña Sofía en Cartagena finalizó con una visita a la Casa de España, donde procedieron a la inauguración de un nuevo edificio. En este acto los Reyes pudieron charlar con los españoles residentes en esta ciudad sin ningún tipo de protocolo. El comentario general entre los asistentes era de gran sencillez de los Reyes, su simpatía y su interés por conocer su forma de vida.

Poco después de las ocho de la tarde (dos de la madrugada, hora española), los Reyes y su comitiva abandonaron Cartagena en el avión real que les trasladaría a Bogotá. El presidente de Colombia y su séquito hizo lo propio en el avión presidencial, y a su llegada a Bogotá, los Reyes se retiraron a descansar a la hacienda Hatogrande, a 20 kilómetros de la capital, residencia de descanso del señor Michelsen.

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