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Crítica:"LA LIBELULA"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Oír hablar de amor

«Los hombres y las mujeres -dijo Alejandro Dumas- sólo se reúnen en el teatro para oír hablar de amor y para tomar parte, en las alegrías y dolores que éste provoca.» Aunque ha llovido mucho desde entonces, Dumas sabía bastantes cosas y esas que sabía realmente las dominaba. Así que si algo queda en pie de su observación, La libélula será un éxito porque, en definitiva, es una comedia de amor.También es, al mismo tiempo, una comedia ligera aunque en su espumante contenido flotan ciertos ingredientes que van más allá del simple enredo zumbador. Se trata del análisis de un tipo de mujer: gran ímpetu, gran presencia, fuerte voluntad dominadora, primacía absoluta sobre sus compañeros, formidable vitalidad, capacidad de agresión. Todas esas notas confieren al personaje femenino -en cierta manera una especie de contrafigura inmisericorde de don Juan- bastante originalidad y unos altos puntos de interés. Marido y amante suben, se relevan, caen, se comprenden, se acercan, y se resignan. El ingenio, la aparente inconsciencia, la capacidad de venganza, todo eso está. Pero está dentro de una acción viva y coherente, un diálogo generalmente brillante y a veces de singular agudeza, una construcción sólida y una cierta cercanía al desarrollo previsible y, sin duda, aceptado por el espectador. A mí me ha recordado mucho al teatro de Edgar Neville.

Autor: AIdo Nicolaj y Phillippe March

Versión española: Juan José Arteche. Director: Angel Fernández Montesinos. Escenografía: Antonio Cortés. Vestuario: Francisco Delgado y Mario Caraceni. Intérpretes: Analía Gadé, Normas Briski y Ricardo Merino.Teatro Beatriz.

Analía Gadé se apoya aquí en su muy buen sentido del humor. Dando por descontado la credibilidad que su belleza personal concede al personaje, Analía desborda el tradicional coloquialismo del género e irrumpe en el escenario con irresistible energía. Ricardo Merino es un lúcido espejo de buen humor, fundamental para la comprensión del personaje del marido. Y Norman Briski, si no me equivoco debutante en Madrid, dio una pequeña antología de su rica capacidad de expresión corporal, de su fuerte talento mímico y de su expresividad vocal. La libélula, por supuesto, le viene pequeña al talento de Briski. Buen trabajo, atento al ritmo vivo y a ciertos alegres hallazgos visuales, el de Angel Fernández Montesinos. Y apretada, eficaz, muy ceñida la traducción de Arteche.

(Algo muy, particular quiero, honestamente, añadir. He visto varias veces en Buenos Aires a Norman Briski. Le vi, entre otras obras, una inolvidable interpretación de La fiacca, que en España se tituló La pereza. Se trata de un grandísimo actor Argentino como Analía Gadé y como tantos de sus compatriotas que ahora llegan, masivamente, a Madrid con la pretensión de trabajar en nuestros escenarios. Es preciso abrirles paso. Los hay y habrá buenos, regulares y malos. No voy a pedir benevolencia porque eso sería tan ridículo como dañino. Voy a pedir, simplemente, memoria. Este país nuestro ha generado exiliados como ningún otro país del mundo. Gran parte de ellos rehicieron su vida junto al afecto de los argentinos. Ahora la situación se ha dado la vuelta.

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