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Partículas de tiempo

Voitech Jasny, viejo conocido de, los festivales europeos, premiado en numerosas ocasiones y al que el de Cannes rindió hace años merecido homenaje, estudió cine en Praga, aunque hoy, con nacionalidad austriaca, enseña dirección en la Universidad de Salzburgo, tras haber abandonado su país natal. Si en sus primeros filmes en Alemania Federal, tras la prohibición en Checoslovaquia de Todos mis buenos compatriotas predomina una vena de humor, el que en esta ocasión se presenta a concurso en San Sebastián es más bien un alegato dramático en contra de la alta clase .burguesa alemana, basado en la conocida obra del premio Nobel alemán Heinrich Boell, titulada: Punto de vista de un payaso. La dura acusación a esta Alemania del milagro, nacida de la guerra, crecida a la sombra de sus, consecuencias, se concreta en el enfrentamiento del protagonista, hijo de esa misma clase y convertido en payaso. Dispuesto a no aceptar sus normas morales, ni sus planteamientos éticos, ha escogido tal oficio, opuesto a cuantos le rodean en la vida y en el arte. Como el ersonaje afirma de sí mismo, sólo es un clown que colecciona partículas de tiempo. De su doble acusación, a la sociedad que le ha visto, nacer, sólo, una parte llega con nitidez hasta nosotros. La que se relaciona con la sociedad del capital. La segunda referida al catolicismo alemán, precisamente porque las circunstancias varían, de aquel país al nuestro, no llega a alcanzar igual grado de nitidez y peso, dado el esquematismo riguroso con que se nos plantea.Estas partículas de tiempo, desmenuzadas y vueltas a agrupar en forma de guión por el realizador y el autor de la novela, con sus sal tos a atrás en blanco y negro, con vierten la adaptación en un relato excesivamente teatral, en situaciones y personajes, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones familiares. No obstante, la excelente interpretación de Helmut Griem consigue emocionarnos en escenas como la de su encuentro con el padre o la del viejo cementerio con su hermano, a quien su caridad tan sólo concederá unos pocos momentos para escucharle, comprenderse mutuamente o al menos intentarlo.

De todos los filmes que han pasado por este festival es éste quizá el más intelectual, uno de los más sólidos y por ello también uno de los más difíciles. Cine de ideas, no resulta entretenido o brillante. Tampoco es ese su propósito. En su afán por ir al fondo de las cosas, Voitech Jasny viene a explicarnos con la imagen patética final de su payaso pidiendo limosna a los hijos felices del milagro económico, como el único capaz de despojarse de su máscara es aquél que la lleva pintada sobre el rostro y que aguarda, ligero de equipaje, el tren final de los desarraigados, más allá de cualquier interés o compromiso.

También en el caso de El apando, México ha presentado la adaptación de una obra literaria, en este caso de una novela corta debida a Joaquín Revueltas, escritor con abundante experiencia en las penitenciarias de su país. Esta vez no se trata de cine o literatura de ideas, sino más bien de testimonio en el que a veces apuntan motivaciones políticas no muy desarrolladas. La trama principal sobre la introducción de la droga entre los reclusos, sirve para informarnos de las condiciones en que se desarrolla la vida de los penados, el proceder de la policía venal, las celdas de castigo que dan título al filme y una serie de condicionamientos ya anterior mente referidos en películas similares. La narración se detiene a veces demasiado en detalles no esenciales, no llega a mantener una línea concreta y acusa una cierta morosidad en el relato, donde como ya se ha dicho, el documento prima sobre la narración puramente cinemátográfica alcanzando en ocasiones, no obstante gracias a la labor de sus protagonistas, valores estimables.

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